Helena Ríos: "En todo lo que escribo hay siempre ciegos"
Con 13 años no quería ni oír hablar de la ONCE. "Hoy no entendería mi vida sin ella", asegura
Insaciable lectora, novel autora. La ciudad de La Alhambra, Granada, le vio nacer en 1968. Escribe desde que tiene memoria, es ciega, y acaba de publicar ‘Oscuridad y Estruendo. Retazos y cicatrices de la guerra’ (Ed. Círculo Rojo), su segunda novela, tras ‘Visión de túnel’ (Ed. Arraez) que vio la luz el verano pasado.
Educada en ‘colegio de monjas’ y licenciada en Derecho por la Universidad de Granada, Helena (“con H”, explica) Ríos, ya apuntaba maneras literarias con solo nueve añitos. “Lo primero que tengo conciencia de haber escrito fue una obra de teatro para el colegio, en 4º de EGB, que representamos -rememora-. Luego, en la adolescencia, escribía muchas cosas y cuando las releía no me gustaban nada, así que las rompía todas” (formato MP3).
Disciplinada, con excelente memoria, buenas maneras y mejores modales, brilló en sus estudios aun a pesar de la pronta manifestación del problema ocular que desencadenó su afiliación a la ONCE, “en contra de mi voluntad”, puntualiza. “Tenía 13 años y una opacidad ocular congénita pero con un resto visual bastante aceptable”, nos explica y concreta: “yo no usaba bastón, veía en tinta más o menos aunque... bueno, no veía bien la pizarra” (formato MP3). Parece dudar un momento mientras verbaliza aquel recuerdo, y así reconoce que su discapacidad visual le obligaba a acercarse tanto el papel a los ojos para poder leer que “siempre tenía la nariz manchadita de tinta”, recuerda emocionada. Y es que Helena es una mujer sensible y con carácter..., siempre con carácter. El mismo que la llevó a hacer una huelga de hambre por negarse, en redondo, a ir al CRE de la ONCE en Sevilla para continuar los estudios o a aprender braille. No veía la necesidad de trasladarse desde Alcalá la Real (Jaén), donde vivía y estudiaba, hasta Sevilla. Y se salió con la suya, argumento en mano, por sus inmejorables calificaciones académicas. “El caso es que yo era la típica empollona que sacaba muy buenas notas; una niña muy modosita del colegio de monjas, y mis padres accedieron", explica (formato MP3). Con la serenidad y la perspectiva del sabio paso del tiempo confiesa que, "por aquella época no tenía muy asumida mi discapacidad y todo lo que fuera recordármela me sentaba fatal" (formato MP3).
Eso sí, al final aprendió el código de lectoescritura braille en un suspiro, por compromiso imperativo con su padre y sin asistir al Centro de Recursos Educativos sevillano. “Me llevé de la Delegación Territorial dos cartillas y aprendí en dos semanas, sin ningún problema. Luego la verdad es que no utilicé el braille hasta que no me quedó más remedio, con 35 años” (formato MP3). Y es que el temido glaucoma, que cursa con ceguera, se iba instalando definitivamente en sus ojos. Por entonces llevaba ya más de 12 años trabajando en la ONCE de Almería, pues nada más acabar la carrera de Derecho inició su vida laboral en la Organización de Ciegos. “Me sentí muy acogida a nivel profesional y personal. Ahora no entendería mi vida sin la ONCE", apostilla (formato MP3). “Cuando llegué ¡me pareció un mundo tan distinto a lo que yo había conocido! Los vendedores del cupón, los problemas que podían tener con tantas horas de pie en la calle, pregonando en las esquinas para vender ilusión, los ‘motes’ de los números cantados... Me sorprendió muchísimo y yo creo que se me quedó en el corazón", confiesa sin reservas (formato MP3). Una admiración que le ha llevado a convertir la discapacidad visual en leit motiv de sus publicaciones: artículos, relatos, libros. Poder hacer literariamente visibles a las personas ciegas y “desprendernos de una vez por todas del peso de ‘El Lazarillo de Tormes’, por la imagen que yo entiendo negativa del ciego como persona pícara, marginal ....”, comenta convencida (formato MP3).
Sin grandes pretensiones como autora -“escribo sin ánimo de notoriedad sino porque me gusta escribir y compartirlo”, asegura-, se realza cual Juana de Arco poniendo negro sobre blanco a la persona ciega. “En todo lo que escribo hay siempre ciegos; eso es ‘marca de la casa’. Sean o no los protagonistas, siempre aparecen. Es una forma de visibilizar la discapacidad pero también de normalizarla. Todos los personajes no van a ser altos, rubios, con los ojos azules o hablara cinco idiomas... Ellos, como nosotros, son seres normales”, concluye (formato MP3).
Genoveva Benito