Tsunami saharaui
Hace más de 12 años que un pequeño grupo de docentes catalanes del Centro de Recursos Educativos (CRE) de la ONCE en Barcelona hizo suyo un lema que nuestra entidad luce por bandera: el de una organización de ‘personas que trabajan por y para las personas’. Aquí o allá, en las aulas del entonces colegio Joan Amades, en la vieja carretera de Esplugues, o entre las dunas argelinas de los campamentos de desplazados saharauis... El objetivo es siempre el mismo, las personas, y antes que nada y por encima de todo, los niños y niñas ciegos o con discapacidad visual.
Los pequeños saharauis afectados en mayor o menor grado por esta discapacidad constituían, ya entonces, un porcentaje lamentablemente significativo por factores tan diversos como la precariedad, las escasas condiciones de salubridad y atención sanitaria del desierto o la continua y abrumadora fuerza del sol en los arenales de Tinduf. Pero también pesaba su endémica marginalidad, a la que no era ajena la tradición saharaui de condenarles al ostracismo de la inutilidad hasta convertirlos en un ejército infantil de ‘pequeños ignorados’...
La intervención de diversas ONG de nuestro país, y desde 2004 la activa implicación de profesores de la ONCE para evaluar la situación, formar a una pequeña pero decidida escuadra de monitores nativos y testar in situ -siempre que ha sido posible- la evolución de las condiciones y progresos de este ‘revolucionario alumnado’, ha conducido a un auténtico tsunami educativo para la población refugiada. Hoy día niños y niñas escolarizados en su práctica totalidad y -con el apoyo institucional de la propia ONCE- afortunadamente provistos de los materiales indispensables para resituarlos en su condición de personas: ofrecerles su alfabetización, su formación básica e iniciación al braille, su incorporación incluso al mundo digital...
La ONCE es consciente de la progresión que ha contribuido a materializar, pero el fino olfato de sus profesionales le ha puesto también en la pista de un profundo problema pendiente: faltan por identificar, sin duda, centenares de niños y niñas ciegos no considerados aún estadísticamente como tales. Por eso se propone ahora impulsar una campaña de evaluación oftalmológica entre toda esa amplia población infantil; y, una vez detectados los nuevos afectados, incorporarlos a sus programas formativos. Harán falta otros colaboradores y recursos, y se buscarán; se requerirán nuevas energías y voluntades, y se encontrarán... Con seguridad, porque es una tarea de personas en apoyo de personas. Nuestra especialidad.