Kelly Arrontes: "Aprendí a dibujar antes que a hablar"
- Hasta el 17 de septiembre expone 'Otro punto de vista', en el Museo Tiflofógico de la ONCE en Madrid
Sin etiquetas. Nunca se vio diferente, siempre como los demás. El tiempo le quitó la razón y le reservó un lugar excepcional con nombre propio y sello de artista: Arrontes.
Con pasión, sin edad y a golpe de arrebatos, la vallisoletana, que aprendió a dibujar antes que a hablar y estudió Bellas Artes en Barcelona, ciudad donde reside, se dejó de pintamonas, dio un paso al frente con su bastón blanco y adquirió el valor necesario para descubrir su talento creativo mostrando en sus obras “personas de verdad pintadas por dentro, por alguien que no puede ver por fuera”, declara Kelly Arrontes (formato MP3).
La voz de Raquel, Rakelita, Kelly -al fin un gran diminutivo- suena cercana, increíblemente dulce, aniñada, con colores de tonos suaves, casi infantiles. Contrasta con la arriesgada personalidad que emana de su trabajo pictórico, repleto de fuerza y volumen en las formas junto con una reconocible extensión de sentimientos expresivos. El mejor ejemplo de la exposición, en el Tiflológico de la ONCE, bien podría ser ‘El beso’, un acrílico sobre lienzo (de 116 por 195 cm.), o la felicidad azul y las sonrisas, ‘Con mamá’ y ‘Con papá’, que traspasan sendos cuadros con el protagonismo de la Familia Real española. Retratos (además de autorretratos) de conocidos actores y actrices, como Penélope Cruz, Javier Bardem, Rossy de Palma... hasta completar las 15 piezas de la muestra, pasadas por la educada técnica e interpretación sugerente de la artista que cierra los ojos para ver mejor. “Investigué, encontré mi propio estilo y a partir de entonces es cuando empiezo a decir ‘ésta soy yo’, mi firma, mi estilo”, explica (formato MP3). Un proceso de asentamiento de ideas y de apertura empresarial convertido hoy en la realidad de su propio taller de pintora artística.
Desde que tiene memoria está entre pinceles. Es la menor de tres hermanos, y la única tocada por la varita mágica de la creación, como su madre, a quien adoraba. “Mi madre pintaba; tenía una especie de taller en el desván de casa y yo me pasaba la vida allí, con ella. Observó que yo tenía facilidad para el color pero con las formas tenía problemas por mis dificultades visuales... (formato MP3) Y, entonces, me enseñó cómo dibujar”, relata rescatando aquellos entrañables recuerdos.
La miopía magna de nacimiento le obligó a llevar gafas graduadas, ‘de culo de botella’, que le caían hasta la diminuta punta de la nariz. “Mi dificultad para ver era un poco mayor pero... ya está; lo que pasa es que siempre eres la patosa, la cuatro ojos... (formato MP3). De alguna manera lo asumes sin más”, comenta. La paciencia y el amor de su madre hilvanaron la sensibilidad, a la postre, de toda su obra, “porque yo aprendí a dibujar a ciegas; tocaba los objetos, las cosas... y al final llegué a tocar caras. Al principio eran manzanas, cosas redondas, y luego mamá decía ‘¡vamos a dibujar lo que hemos visto!’. Y aquello que habíamos tocado lo dibujábamos sin verlo”. Un juego estimulante por doquier en el que aprendió a captar las formas de las cosas siendo una niña “y de esa manera reflejar en dos dimensiones lo que existe en tres”, apostilla (formato MP3).
El germen del arte pictórico brotó sin tardanza y ha marcado su trayectoria personal y profesional. Para bien o para mal, siempre ha vivido del arte: “mi idea desde el principio fue ganarme la vida con esto, y he hecho de todo, desde murales hasta decoración de libros, pero sin salirme de mi arte”. Los avatares marcan y transforman la consciencia de Kelly, que sufrió un accidente de coche tan pronto como cumplía los 17 años. “Perdí la visión total de un ojo y parte de la del otro”, afirma, y al tiempo explica cómo tuvo una temporada en la que “iba como un camicace por la vida” debido a su baja visión. “Me llegué a romper un brazo, un pie, una mano, un dedo... casi siempre estaba accidentada”, recuerda. El último detonante de esta guisa ocurrió hace sólo tres años: “fue un accidente muy gordo. Topé con un chatarrero y me golpeó en el ojo por el que veía; sin darme cuenta llevaba el ojo expuesto, sin protección, y había un chatarrero recogiendo barras de hierro y cosas así... Me paré para que me vieran pero ¡claro! lo que ellos no sabían era que yo no les veía bien a ellos por mi baja visión (formato MP3). A partir de entonces empecé a tomar medidas más serias”, apunta. Y es que ¡obligado te veas...! Intervención quirúrgica y estancia hospitalaria así como permanecer 'ciega total' fue una dura prueba en la que “te das cuenta -dice- de lo ‘coja’ que estás para todo”. “Realmente una de las mejores ayudas que he recibido de la ONCE es la rehabilitación del bastón. ¡Chapeau! Me quito el sombrero” (formato MP3). Ha recuperado un poco de visión, que aprovecha al máximo para seguir pintando, y ha aprendido braille, aunque reconoce que con este sistema“leo a una velocidad de tortuga vieja y coja” (formato MP3).
El reto de Arrontes es una constante... “Cuando lo mamas es fácil; aprendí a dibujar antes que a hablar (formato MP3). Para mí la técnica no tiene ningún misterio; el misterio estriba precisamente ahora en ser capaz de atreverme a pintar lo que veo”. Y es que su pincel descubre las facetas recónditas de los retratados. ¿Te atreves a encargarle el tuyo? (formato MP3)
Genoveva Benito