Igualdad: la hora de actuar
¿Realmente “nos acerca a la igualdad la aceptación de la diferencia”, tal y como rezaba la convocatoria de la conferencia organizada por el Observatorio de Igualdad de Oportunidades de la ONCE y su Fundación con motivo del Día Internacional de la Mujer? Parece pertinente interrogarnos seriamente por esta cuestión, pues -de aceptarse tal premisa- el movimiento de personas con discapacidad (y en su contexto el papel jugado por nuestra entidad) adquiere una dimensión clave para la materialización de esa igualdad entre hombres y mujeres tan reclamada como sistemáticamente frustrada. La responsable de Derechos Humanos del EDF, la organización que agrupa a los más de 80 millones de europeos con discapacidad (de los que 46 son mujeres), An-Sofie Leenknecht, ha denunciado que muchos gobiernos de la UE están tomando ‘medidas retrógradas’ en sus políticas de igualdad de género, en una deriva que proyecta sus efectos con especial crudeza sobre las mujeres con discapacidad.
La experiencia acumulada en la reivindicación de la diferencia -tanto desde el EDF como en nuestro contexto por ONCE y su Fundación, de la mano del CERMI- sitúa al movimiento de la discapacidad en este contexto como una más que factible punta de lanza en la demanda del reconocimiento de los derechos de la persona, sea cual sea su condición. Y en primer lugar, por supuesto, con absoluta independencia de su condición sexual.
Las mujeres, y en especial las que tienen alguna discapacidad, están llamadas a exigir que su singularidad, sea ésta cual sea, no empañe el ejercicio de una igualdad efectiva en el hogar, en los centros laborales, en el contexto familiar y en la vida social en su más amplia extensión. Hace ahora 20 años que el mencionado EDF hizo público un Manifiesto europeo en defensa de los derechos de las mujeres y niñas con discapacidad. En este par de décadas se han acumulado las reivindicaciones, las protestas, las tomas de posición y las respuestas bienintencionadas de los responsables políticos e institucionales... Parece llegado el momento de pasar a una acción, responsable pero decidida, en la que las mujeres con discapacidad asuman el rol protagonista que la historia les reserva y desde el que la defensa sin fisuras de la igualdad arrumbe todas las resistencias sustentadas en una visión miope y rancia de la diferencia; ese valor que probablemente simboliza el mayor tesoro de la identidad humana.