Ana Díaz y Bárbara Palau: "Siempre hemos participado en la vida social de la ONCE"
Ambas afiliadas se 'estrenan' en este mandato como consejeras generales de la entidad
Son ‘las nuevas’. Es vox populi y ellas, claro, lo saben y sonríen. Porque además es cierto. Llevan en la ONCE toda su vida, afiliadas desde niñas. Cuentan con preparación universitaria: ambas son licenciadas en Derecho y cursado algún que otro máster de rigor... Muy variados, eso sí, de Autonomía Personal, Discapacidad y Dependencia a Economía Social por la Escuela de Organización y Gestión, o el MBA de Administración y Dirección de Empresas. Les une, también, una auténtica vocación de servicio, la profesionalidad contrastada en sus respectivas trayectorias, la ilusión por aportar y compartir conocimientos y, por supuesto, las ganas por seguir aprendiendo y trabajando en equipo. Ahora, en esta legislatura, desde el máximo órgano de Gobierno de la ONCE, como flamantes consejeras generales. Todo un proceso hasta llegar a tan alta responsabilidad. Porque ‘aterrizar’ en el Consejo no es pecata minuta.
Destilan buena sintonía mientras dejan fluir sus ideas y sentimientos durante un encuentro compartido en el que Bárbara Palau, madrileña de 42 años, y la asturiana Ana Díaz, de 45 primaveras, nos desvelan su perfil más cercano. Y así, con espontaneidad, se muestra la nativa de Navia -“de lo más bonito de Asturias”, apunta en un momento dado- cuando verbaliza qué significa estar en este puesto de representación y responsabilidad. “Uff, ¡un subidón! Para cualquier afiliado que un día te llamen y digan que vas a formar parte del Consejo General, ¡imagínate! Todavía estoy en proceso de asimilación”, relata feliz y entusiasmada (0,81 MB). “Es una mezcla de sentimientos”, reconoce, y matiza “por una parte, te sientes superorgullosa y emocionada; y, por otra, da un poco de vértigo. Con una responsabilidad casi abrumadora, pero que espero se me pase pronto, la verdad”.
Entre risas compartidas, ante la abrumadora confesión, pero con toda complicidad, su compañera, Bárbara, coincide en que, “cuando te lo dicen, piensas ¡madre mía! Te sientes un poco superada, porque es mucha la responsabilidad. Por supuesto, vas a intentar hacerlo lo mejor posible pero es un salto diferente a todo lo que has hecho”, explica. Sin olvidar matizar que, “al tiempo, lo ves como una oportunidad para intentar aportar a la ONCE, a nuestra Casa, un poco de lo mucho que -en mi caso y me consta que en el de Ana también- nos ha dado ella en estos años. Personalmente, estoy muy contenta y con mucha ilusión y ánimo para empezar el nuevo reto y poner toda la carne en el asador (1,10 MB)”.
Once personas ciegas componen este Consejo General, con su presidente Miguel Carballeda al frente. En la constitución y apertura del nuevo mandato, el 17 de enero, se contó con la asistencia de la ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luisa Carcedo, y otros altos cargos. Y evidentemente para ellas también era un ‘estreno’ en ese nivel de interlocución. Bárbara lo reflexiona y asegura que le hizo sentirse “muy afortunada” de estar y formar parte del equipo ONCE; y Ana coincide en que le provocó “una sensación de emoción inmensa”.
Las ideas claras
Lo tenían, ambas, meridianamente claro, al parecer desde pequeñas, la elección de estudiar Derecho. Quizá, y bromeamos, por la influencia de las series de televisión donde intrépidos abogados salían victoriosos en defensa de los más débiles... Sea como fuere, adquirieron las dos una sólida preparación en ese campo. “Bueno, Bárbara es más abogada que yo...”, apostilla al quite Ana, por el hecho de haber ejercido aquella en la asesoría jurídica de las empresas del Grupo Social ONCE. Pero Bárbara le sale, rauda, al paso: “eso dice siempre Ana pero no es cierto... Yo tuve la suerte de ejercer en mi primer trabajo y se me dio una oportunidad que recuerdo con mucho cariño”.
En similar tesitura se pronuncia la asturiana que desarrolló también una etapa laboral con presencia en los juzgados trabajando para una empresa constructora. Al respecto nos comenta que, desde entonces, el braille forma parte de su quehacer diario: “en los juzgados no te dejaban entrar con ninguna grabadora o dispositivo electrónico, así que empecé a acostumbrarme a llevar mis escritos, mis esquemas y mis notas en braille”. Una práctica que no ha abandonado, como tampoco lo ha hecho Bárbara quien perdió la vista con poco más de cuatro años mientras que Ana conservó resto visual aprovechable, con ayudas ópticas, hasta la adolescencia. Con especial cariño coinciden también en referir sus sentimientos hacia sus respectivas profesoras de apoyo en esa época escolar, el pilar básico que supuso la familia y la ayuda de la ONCE en sus correspondientes trayectorias personales y profesionales, con especial referencia a la importancia de los Servicios Sociales...
Y nos despedimos hablando de futuro; un futuro que habrá que escribir. Ellas van a dar juego, eso seguro. “Me gustaría que se consolidara la visión normalizada de las personas con discapacidad en la sociedad y en cualquier ámbito (0,57 MB)”, señala Ana como un objetivo central que Bárbara no sólo comparte sino que lo amplía hacia nuevos retos, también los tecnológicos, “y hacia todos aquellos que vayan surgiendo en cada momento: nuevos planteamientos
(0,59 MB), nuevas culturas, nuevas formas de vivir el ocio o de hacer deporte, etc.”. Y, todo, sin perder el tren de la vida. Mucha tarea y, eso sí, entre ambas una gran ventaja: su amistad. “Siempre hemos participado en lo que es la vida social de la ONCE, desde jóvenes nos conocemos...
(0,67 MB)”.
Genoveva Benito