Adrián Vigo: "Soy un trabajador de la música"
Acaba de sacar su segundo disco, 'Reflejos', con una de las ayudas para Iniciativas Culturales de la ONCE
Es el poeta que convierte en música sus letras. La vida le sonríe, en mil colores, y él se siente feliz. Visto desde fuera, sin más, pareciera transcurrir en blanco y negro por la severa discapacidad, física y sensorial, que presenta desde su nacimiento, en Baamonde (Begonte, Lugo) allá por 1988. El talento, sin embargo, no entiende de prejuicios ni de trabas en el camino, y Adrián Vigo Díaz tardó muy poco en apuntar maneras... con apenas tres primaveras. “Empecé a tocar el piano, de forma autodidacta, a los tres años, con un solo dedo”, declara con voz clara este joven brillante y luchador que ha estudiado canto, piano, solfeo...
La gira promocional de su trabajo discográfico ‘Reflejos’ sigue su curso por tierras gallegas, con ‘Adrián Vigo y su banda’ al frente de todos los retos. “Mis compañeros se han involucrado en el proyecto como algo propio. No les han importado nunca las barreras, como que yo tenga que cantar y tocar sentado... Ellos están ahí para lo que haga falta. Tengo mucha suerte y una grandísima banda”, asegura agradecido (0,64 MB). Agradecimiento que hace también extensible a la ONCE, con especial reconocimiento a la profesora de apoyo que tuvo durante su formación escolar -“en un colegio público normal”, apunta-, así como a la subvención recientemente recibida que le ha facilitado la edición del nuevo disco. “Me han echado una manita muy grande, sí. Las ayudas que me ha prestado la ONCE, tanto ésta como el mantenido apoyo escolar, han sido muy importantes para mí”, reconoce Adrián.
Así que el sueño se materializa: “mi pasión es la música y voy a luchar por conseguirlo. Luchando, luchando... aquí estoy ahora (0,18 MB)”, comenta risueño, al otro lado del hilo telefónico, dedicándonos un alto en el camino de su gira para compartir con nosotros emociones, sentimientos a flor de piel y el deseo, que atisba cada vez más cercano, de alcanzar la gloria del artista con mayúsculas.
Exigente hasta la extenuación, como confiesa su amigo y productor David Taboada, arrancó su periplo en 2015 con ‘Profunda amistad’, el CD que le daría a conocer superando todas las previsiones. “Lo dediqué a toda esa gente que me está ayudando o me ayudó en su momento. Quería mostrarles mi corazón y el cariño que les tengo a todos, por ese motivo compuse ese primer disco”, rememora ahora el autor
(0,40 MB). Y es que las suyas son composiciones propias, personales, en música y letra; también su voz canta intimista, sugerente, acariciando los sentidos. ‘El corazón de una estrella’, aquel poema escrito antaño sin mayor pretensión de trascendencia, desveló al cabo, al ser leído por su mentor, profesor de piano y a la postre productor, el abanico creativo de un artista en ciernes. Las primeras notas musicales las arrancó de aquel primer piano de juguete. Luego llegaría el profesional, claro, además de una retahíla de frenos a su carrera musical que ha sabido solventar con creces. Tanto que, recordándolos, Adrián se viene arriba: “siempre me fueron apareciendo múltiples barreras, pero, con mi música y mi talento, con ser como soy, no me he frenado ante nada... Me atrevo con todo”.
Lejos de rendirse a la adversidad, superando la ignorancia de quien sólo mira lo superficial, él se crece con determinación desde que tiene memoria. “Siempre nos ponen barreras, sobre todo a los que tenemos alguna discapacidad, pero con ganas e ilusión, trabajando como yo lo he hecho hasta ahora, creo que se pueden ir consiguiendo cosas”, nos relata (1,51 MB). Triunfador ante retos imposibles, reconoce haber afrontado dificultades “incluso en el colegio, desde parvulitos, cuando me tenían que poner rampas para que pudiera asistir a clase porque no podía subir escaleras... Y así hasta el mismo Conservatorio”, puntualiza. A Adrián llegaron a intentar redirigirle hacia otro instrumento aparentemente más ‘accesible’ para él, el violín, pero lo tenía meridianamente claro: “mi instrumento es el piano”, asegura convencido. Los posibles problemas de motricidad fina, especialmente en las manos, dejaron de preocuparle, si alguna vez lo hicieron, gracias a su minuciosa constancia y a las técnicas de refuerzo llevadas a cabo en escuelas de música de piano moderno. “Lo que importa es saltar esas barreras ¡que se saltan!”, apostilla con determinación. Y su historia de mil colores, con blancos, negros y grises, por supuesto, continua para el artista, que él aún no se considera. “Artista, artista... -repite hasta tres veces-
(0,53 MB) no me considero. La gente me dice que sí, que lo soy, pero creo que para alcanzar esa condición hay que trabajar mucho más... Yo soy un trabajador de la música”, concluye. Y de eso, de su esfuerzo día tras día, no hay duda que valga.
Genoveva Benito