Inma Marqués: "Trabajar es sentirte valorado"
Su grave discapacidad visual no le impide ejercer su profesión como guía turística en Valencia
Sociable y comunicativa ‘por doquier’, rebelde ante la adversidad. Esta valenciana, de 53 años, licenciada en Geografía e Historia, especializada en Arte, eligió el turismo como forma de vida ejerciendo de guía durante más de dos décadas por España y Portugal. Diagnosticada de retinosis pigmentaria, enfermedad ocular degenerativa que desemboca en ceguera, Inmaculada Marqués Belenguer fue consciente de las consecuencias tras iniciarse en sus dificultades de adaptación a los cambios de luz. Lejos de renunciar a esa profesión que le colma de satisfacciones, se ha ido adaptando a las circunstancias y a la oferta laboral de cada momento. Como viajera-guía de acompañamiento, por circuitos turísticos españoles y portugueses, se ha tirado casi toda una vida hasta que llegó la crisis económica, en su caso pareja a esa manifiesta pérdida de visión, agudizada en el año 2009. Frenó el rumbo y de un tiempo a esta parte ya no se corta y se ayuda de su bastón blanco para guiar en sus visitas, por la ciudad que la vio nacer, a los diferentes grupos que le encomienda la agencia para la que trabaja desde antaño. Así, por ejemplo, desde octubre pasado y hasta este mes de mayo, ha contado las historias de iglesias, museos, jardines y monumentos a personas mayores, ya jubiladas, que se apuntan a estas actividades culturales promovidas por el Ayuntamiento valenciano, según nos cuenta orgullosa de su labor. “Me encanta mostrar mi ciudad, disfruto mucho con la gente y cuando veo que preguntan y les interesa lo que les cuento siento una gran satisfacción (0,27 MB)”, declara feliz.
Se le hizo muy cuesta arriba la aceptación de la pérdida del sentido de la vista. Incluso hoy en día le brota la rabia contenida, a través de sus palabras y expresiones, por no sentirse plenamente arropada cuando ha demandado una ayuda que consideraba urgente. Y es que la afiliación a la ONCE, en 2010, le provocó sentimientos contrapuestos. “A mí se me amontonó todo”, dice, y argumenta
(1,01 MB) sin parar de hablar: “dejar de trabajar, afiliarme a la ONCE... ¡A ver! No porque fuera nada malo (al revés, te ayudan un montón) sino simplemente por asimilar el hecho de que estar afiliado supone que tienes una enfermedad progresiva y que... ¡vamos, no sé si me explico!”. Sí, claro que lo hace, y se expresa con cierto temblor en la voz. “Siempre piensas que puede haber..., no sé, no una cura, porque eso lo sabes desde el principio pero... que tu estado de visión no sea tan grave como te están diciendo... ¿sabes?”, interroga a modo de coletilla sin esperar una respuesta, que ella misma se facilita como reflexión, cuando apostilla: “si te vas tropezando todo el día es que no tienes muy buena visión que digamos, pero aceptar eso fue muy duro
(0,24 MB)”.
La prodigiosa memoria, que presume tener y conservar, le aporta la seguridad en los recorridos turísticos, que conoce como la palma de su mano y ha visitado mil veces antes de perder la visión. Por eso no es de extrañar que explique pinturas o estructuras de calles y arquitecturas de centros, que en realidad no está viendo... con los ojos. “Explico cosas que ya no veo pero que he visto muchas veces antes, que he estudiado... Y gracias a Dios tengo mucha memoria, me apaño muy bien como guía (0,64 MB)”, asegura.
En el recuerdo permanece vivo aún aquel entrañable y familiar viaje a Roma con sus padres, en 1991, con visita a las galerías subterráneas de Las Catacumbas; allí tuvo el primer aviso visual, a la postre con diagnóstico de retinosis pigmentaria, manifestado por dejar de ver sólo unos segundos cuando entraba en aquella antigua construcción de enterramiento... Un año después, el oftalmólogo le daba la noticia que nunca quiso escuchar; contaba 27 primaveras, conducía desde los 18 años y viajar por trabajo se estaba convirtiendo en su elección vital.
Hasta el 2007 se defendía con esa malograda visión, también fallida por cataratas, aunque el desenlace, si no lo resuelve la investigación, le aboca a la ceguera. E Inmaculada respira hondo, se revuelve, y reclama su lugar y derecho a trabajar en igualdad de condiciones que una persona sin discapacidad. “Es sentirte valorado, no por tener una discapacidad tan grave ya eres un mueble inútil, que es lo que sentía al principio... Yo sabía que mi trabajo me iba a ayudar a superar obstáculos; de hecho así ha sido”, concluye con serenidad (1,18 MB) y también dispuesta “a mostrar la ciudad a otras personas de la ONCE”, personas ciegas o con discapacidad visual grave como ella. Llegados a este punto la luchadora con la adversidad... se emociona. ¡Siempre hacia adelante, Inma!
Genoveva Benito