Natan Tarragó: "Pinto mi realismo mágico sin gafas"
La obra artística de este agente vendedor de la ONCE cruza fronteras, con exposiciones en Dinamarca o Italia
Nació con estrella. Media década lleva repartiendo ilusión en la localidad tarraconense de Montblanc, con los productos de juego de la ONCE, aunque ‘de toda la vida’ -y va camino de los 37 años, que cumple el 22 de diciembre- juega con los pinceles y colores. “Con dos o tres años ya pintaba yo” (0,04 MB), nos comenta resuelto, quizá reorganizando mentalmente su peculiar sintaxis, similar al talento que le adorna. Oriundo de Barcelona, con una deficiencia visual que nunca frenó su vocación artística -más al contrario: la potencia-, Natan Tarragó Terradellas ha estado entre los elegidos para exponer en el veterano Festival Internacional Handi-Art 2019, celebrado en Naestved (Dinamarca) este verano. “Una muy buena aventura”, según la califica el artista catalán, autor de los cuadros conceptuales ‘Abecedario simbólico’ y ‘Di capacidad, no discapacidad’ expuestos con gran éxito en el festival del país nórdico
(0,34 MB).
Sin descuidar su labor diaria como ‘centinela de la ilusión’, de martes a sábado, vendiendo por su área de influencia, en el precioso pueblo amurallado de Montblanc, Natan compagina este trabajo entre rúas medievales con la creación de obras pictóricas, con un inconfundible sello personal... que ya traspasa fronteras. Sin ir más lejos, este mismo mes de octubre expone en la galería La Pigna, en Roma.
Una trayectoria que no es fruto de un día ni de dos, claro. Quizá esa proyección foránea tenga algo que ver con aquel familiar que visitaban en Francia, siendo él un chaval. “Sí, tenía un tío en Francia
(0,47 MB)... que era artista; a lo mejor me influyó un poco, o al menos me inspiró a tomar los pinceles y ponerme a pintar inconscientemente, ¿no?”, comenta tratando de encontrar respuestas a su vocación entre un pasado ya borroso por paso del tiempo. Sí tiene meridianamente clara, en todo caso, la pasión que comenzó a sentir al aislarse con sus lienzos, cuando ya corría la adolescencia. Y luego, muy pronto, aparejada con la deseada independencia, apenas cumplidos los dieciocho... Todo o casi todo el camino por recorrer; se sucedieron múltiples trabajos para salir del paso -camarero, ayudante de cocina, peón...- y se formó en Hostelería y Turismo, en el leridano Valle de Arán. “La verdad es que me daba muchos golpes. No veía muy bien pero pensaba: ‘¡es que soy un poco torpe!’. Al final me diagnosticaron retinosis pigmentaria y le di sentido a lo que me pasaba desde joven...”, explica echando la vista (tan vapuleada)
(0,32 MB) atrás. Sin apego aunque con encubierta nostalgia reconoce que le costó mucho aceptar la deficiencia visual diagnosticada. “Tenía el carnet de moto y me estaba sacando entonces el de conducir automóviles. Pero saltó la alarma en el examen psicotécnico y me mandaron a casa...”.
Pero Natan no se demora en esos recuerdos y explicaciones teñidos de tristeza. Se sobrepone y se crece al abordar su faceta más íntima y artística. Radicado en Montblanc, se rearma su trayectoria vital a golpe de pincel..., y con los cupones de la ONCE en la mano. Clientes, a estas alturas, de una u otra vertiente, no le faltan. Empuje y ganas por superarse, tampoco. Asegura que espera dar uno de esos premios millonarios por estos lares, pero que todo se andará. “En este tiempo me he hecho con una buena clientela. Son mi gente, mis bares..., tengo ya ganas de darles un buen premio”, apostilla. Y nos desvela entonces el significado que tiene para él la ONCE, como soporte, como ‘la Casa’ a la que acudir... “Mi abuelo era ciego desde la Guerra Civil. Fue el número 72 en Barcelona, casi de los fundadores de la ONCE; y mi abuela también trabajaba en la Organización (0,98 MB), había tenido de joven una fuerte subida de azúcar que le afectó a la vista... Y tenía igualmente dos tíos en Castellón, también ciegos en la postguerra...”. En fin, una larga nómina familiar ligada a la ONCE.
Desde su interna rebeldía, Natan Tarragó ha logrado conquistar su propio tiempo de paz, de sosiego y reconocimiento. La chispa innata salta en su obra, diferente, dispersa... acompasada con los acordes de unos estudios superiores en la Escuela de Arte y Diseño de Tarragona. Sin perder la frescura e inocencia de la niñez, se antoja cercano en el estilo más puro y menos depurado. Descubre cómo pintar sin sus gafas -esas de ‘culo de vaso’, como las del tío autodidacta de Francia-, con la visión limitada, no perfecta, real como la vida misma, la suya, la de Natan. “Es mi realidad, ¿no? ¡Un realismo mágico sin gafas!”, concluye (0,63 MB).
Genoveva Benito