El pasado 20 de octubre falleció en La Habana la bailarina cubana Alicia Alonso, quien muy probablemente haya encarnado el mayor referente cultural de entre las personas ciegas, a escala universal, durante el último siglo. Una centuria que casi llegó a vivir íntegramente (hubiera cumplido 99 años en diciembre próximo), triunfando en escenarios de todo el mundo y con ballets propios tanto en Cuba como en Estados Unidos; en las últimas décadas expresamente ligada, pese a su grave discapacidad visual, al Ballet Nacional de Cuba.

El fatal desenlace a un deterioro que venía arrastrando los últimos meses pone fin así a un proceso de historia viva del ballet clásico, de quien es universalmente considerada como su último mito internacional.

Alonso, amiga de la ONCE que conoció personalmente en visita a nuestro país, y fue patrona honoraria de su Fundación para América Latina (FOAL), tuvo un proceso de pérdida de visión que, desde hace más de 40 años, la mantenía prácticamente ciega, lo que no le impidió mantener su actividad profesional en un heroico esfuerzo que tuvo su epílogo en la dirección, durante varios lustros, del mencionado Ballet Nacional cubano.