Repartió el Cuponazo el viernes 13 de marzo, el último día de trabajo 'en la calle' de los casi 20.000 agentes vendedores de los productos de juego de la ONCE. Una semana después fallecía su padre a causa del coronavirus

Cada segundo cuenta. De un día para otro cambia la historia, la nuestra, la vuestra... la de todo el mundo. Y la de María del Mar López Reyes, Mar, no deja de virar a velocidad de vértigo. Esta madrileña de 51 años vive con el sabor agridulce de dar el premio del Cuponazo justo la víspera de declararse el Estado de Alarma por la pandemia del coronavirus, que suma ya miles de muertos en España, y de estar luchando con todas sus fuerzas, desde sólo unos días después, en un hospital de la capital por salvar su vida..., la que ya ha perdido su padre en el mismo centro sanitario.

 “Cuando esto remonte, y pase todo, cuando podamos salir a la calle, habrá mucha gente a la que le será más fácil seguir gracias a ese pellizquito de dinero que les ayudará a tirar para adelante”, confiesa, al hilo de la emoción, esta agente vendedora de cuya mano corrió la noche del viernes 13 de marzo la ilusión transmutada en casi 10 millones de euros -los nueve del Cuponazo, más los 30 cupones de 25.000 y otros dos de 40.000 euros- repartidos por la ONCE en la localidad de Rivas-Vaciamadrid.

“Es una situación muy agridulce, pero me hace enormemente feliz haber dado ese premio...”, asegura, mientras la voz se le quiebra al otro lado del teléfono (0,70 MB): “perdona que me ponga así..., pero me emociona tanto haber dado ese premio, y en estas circunstancias, a gente de mi barrio...”. No era para menos, y más teniendo en cuenta que manteníamos esta conversación cuando acababa de enterarse de que su padre padecía una neumonía originada por ese virus que también para él iba a resultar fatídico. Debido al posible contagio por contacto, ella misma habría de mantenerse aislada en casa -nos explicó-, atendiendo a las medidas de seguridad... Ya entonces confesaba su temor por los 83 años del padre, como mayor vulnerable, más que por sí misma: “evidentemente estoy asustada por él, porque, bueno, yo soy aún joven y podré tener fiebre, dolores musculares... en fin lo que dicen que se puede padecer, pero de  momento estoy llevándolo lo mejor posible...”. Aún era temprano, corría el miércoles 18 (0,46 MB). Sin embargo, todo se iba a precipitar en un abrir y cerrar de ojos.

El cupón del Extra del Día del Padre de la ONCE, el 19 de marzo, se iba a quedar sin sorteo por primera vez en su historia. Pero, para Mar esa misma jornada iba a tener otra lectura aún más amarga: vería por última vez a su padre. Fue además a través de una videoconferencia familiar, de sus cuatro hijos, para enviarle todo su amor y felicitarle por la especial jornada.

Ella estaba recluida todavía en casa mientras él era atendido en la UCI del Gregorio Marañón donde, para más inri, Mar trabajó durante una veintena de años como ‘auxiliar de control’. Y es que ejerce su profesión como agente vendedora de los productos de juego de la ONCE desde hace sólo dos años, cuando se incorporó a este ejército de centinelas de la ilusión por una discapacidad física derivada de sus problemas en la columna vertebral que le han hecho transitar por sucesivas intervenciones quirúrgicas. La vuelta al mercado de trabajo, ahora en la organización de ciegos, le supuso -afirma- “un gran desahogo económico, y más teniendo un hijo estudiando”, nos apunta mientras explica cómo su tarea profesional, además de ese alivio económico lo es también “emocional y moral, como persona y como trabajadora. Me ha ayudado mucho, y me salvó de entrar en esa rutina de autocompasión, de decir, ‘jolines’, soy joven y no puedo hacer nada... Estoy muy agradecida por este trabajo en la ONCE (1,27 MB)”. Las circunstancias la obligan ahora -como al conjunto de sus compañeros- a un paréntesis, a un frenazo laboral...