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Todo está en los libros

Conocemos la historia de la Humanidad a partir del testimonio escrito que nos dejaron nuestros antepasados. A su través recuperamos su relato, al punto de que todo lo anterior (los primeros escritos conocidos datan de hace unos 5.300 años) lo calificamos de pre-histórico. Y así su soporte natural, los ‘libros’ en la más amplia acepción del término, se han constituido en la guía básica de conocimiento de ‘lo humano’ y han adquirido el valor de notario y referente de nuestro devenir milenario. Todo, sí, prácticamente todo, está en los libros, como nos dejaron explicado con exquisita sensibilidad en su canción Aute y Munárriz. Y en esa globalidad no faltan desde luego las referencias a circunstancias históricas tan singulares como las pandemias, de modo que -puestas bajo la lupa libresca- comprobamos que situaciones que, como la actual, nos parecen a sus contemporáneos exclusivas e incomparables se nos muestran puras reediciones, spin-offs de narraciones que nos mostraron antes su crudeza y nuestra vulnerabilidad de origen...

El Antiguo Testamento y la Torá narran ya las recurrentes diez plagas de Egipto que golpearon al pueblo judío, y de entonces a hoy, hasta llegar a la La Peste de Camús, al Apocalipsis de Stephen King o a las distopías zombis, las historias de males que golpean a la humanidad como una plaga han salpicado la narrativa de todas las civilizaciones.

La ONCE y las personas ciegas en general han situado siempre al libro en la vanguardia de su imaginario cultural, al entender la recreación literaria como la herramienta más eficaz (y artística) de transmisión de la cultura y el conocimiento. Dice la leyenda que el primer gran novelista occidental, el heleno Homero, estaba privado de la visión; y en la alta Edad Media los trovadores ciegos recitaban de memoria crónicas y poemas que ellos mimos u otros habían creado para dar fe de lo sucedido, pero a los que una población genéricamente analfabeta sólo podía acceder a través de la palabra hablada...

El descubrimiento del braille, el desarrollo de las técnicas de grabación y reproducción de audio y la eclosión tecnológica habida en este convulso siglo XXI han multiplicado las posibilidades de acceso universal -también, por supuesto, de las personas ciegas- al conocimiento que atesoran los libros. Por eso este año, en torno al 23 de abril cuando el mundo entero rinde homenaje al libro como vehículo sin par de la cultura, la ONCE se ha resistido a la prohibición sanitaria de sacarlo, como es tradicional, a la calle... De la mano de las nuevas tecnologías, sus afiliados y afiliadas han llevado las fórmulas accesibles de su lectura a todos los rincones. Niños y mayores las han puesto de largo en una auténtica colonización de las redes sociales tan viral como el más ambicioso germen contagioso; pero en este caso de benéfico efecto, el de la celebración de la cultura.