Padres con doble tacto
Una pareja de ciegos totales, usuarios ambos de perro guía, superan el coronavirus y tienen gemelos durante el confinamiento
José y Daniela lo hacen todo a lo grande. Ambos son ciegos totales, los dos tienen su perro guía, Kara y Woco, respectivamente. Pasaron juntos el confinamiento. Él enferma de coronavirus; ella, embarazada y a punto de parir, se infecta también por el covid-19. Lo superan. Y justo después el feliz alumbramiento: ¡Gemelos! La vida les da el doble de todo.
José Vicente González del Rincón tenía, el lunes 15 de junio, una poderosa razón para faltar a su quiosco de cupones de la ONCE, en la calle Industria de Barcelona. Era una cita importante, que jamás se perdería: el primer día en que volvían al trabajo los 2.500 vendedores, tras tres meses de suspensión de los sorteos. Bueno, le asistían dos buenas causas: Alex y Santiago. Sus dos hijos nacidos hace poco más de un mes, en pleno aislamiento por la pandemia.
¿Sois unos valientes? “Qué va. Hay que tirarse a la piscina”, responde convencido José, de 50 años, el feliz progenitor. Y añade: “Me han dicho de todo, pero la realidad me ha demostrado que las cosas no son como te las cuentan. Hay que experimentarlas”. Daniela Rubio, su pareja, mexicana, 42 años, tiene una respuesta de su tierra: “Tírate al agua fría. Saldrás revivo”.
Dani se sometió a un tratamiento de fertilidad en el Institut Márquez de Barcelona. Se fueron de vacaciones a Bilbao. Ya intuía que ella podía estar ya en estado. A la vuelta, en septiembre de 2019, revisión. Así era. Ecografía. Confirmado. El médico les invita a escuchar. Pum, pum, pum. Y luego otra vez. Pum, pum, pum. Ahí le dijimos: “Parece que hemos oído dos veces lo mismo”.
Fue entonces cuando el facultativo, “un argentino majísimo”, nos cuentan, les anunció que el embrión “se dividió en dos, uno fue al norte y otro, al sur”.
En el primer momento fue un shock. “Necesitamos un gin tonic para hablar y digerir la noticia”, bromea José. Así, prácticamente desde el principio supieron que tendrían un reto multiplicado por dos. Llevaban cinco años buscando. “Nos dijimos: ‘palante’. El deseo de la vida es imparable. Somos súper positivos siempre. No vemos problemas. Si una cosa no se puede, pues tienes que aguantarte, pero ¿por qué no íbamos a poder tener dos hijos a la vez? Aprenderemos al máximo”. Así que, hecho y dicho.
“Lo más bonito de tener un hijo es cuando cualquiera de los bebés se queda dormido en tus brazos. Es una sensación de plenitud, de paz absoluta”, destaca José. Y los dos coinciden en que “lo mejor está por venir, cuando vayan creciendo y veamos cómo da resultados la educación que les procuremos”.
“La verdad es que no hemos tenido nada de estrés. En todo caso, muchas emociones... Eso sí, el cansancio empieza a hacer mella. Tienen que hacer sus comiditas y ello implica que se nos rompa el sueño dos o tres veces cada noche”.
Alex, el mayor, nació el 7 de mayo a las 18:25 con 2.270 gramos. Santiago vino al mundo un minuto más tarde, con 2 kg. José pudo estar junto a Dani, y a la hermana de ésta, con un permiso especial, en las nueve horas previas al parto. Luego, en la cesárea en el quirófano, ya sólo una persona.
En su casa, tienen como bandera el orden, imprescindible para llevar adelante la organización de dos personas ciegas y dos perros guía. Ahora, con dos seres más recién nacidos, han elevado el listón “y somos ultraordenados”. Se puede observar en los estantes de la ropa de cada uno. “A la izquierda, los pantaloncitos; en el centro los bodis y a la derecha, los pijamas”. Las prendas están perfectamente alineadas. Las piezas que se quedan pequeñas rápidamente desparecen del armario “para no despistarnos”. Las donan a quienes más las necesitan.
En términos numéricos, unos 16 pañales cada 24 horas, sobre 500 el primer mes y mucha leche, botes de 800 gramos cada cuatro días. También necesitan cierta colaboración externa, como una asistenta que les ayuda. O la farmacia, que les facilita unos goteros para las medidas exactas de una medicina.
Se apañan bien ya con los pequeños en casa. Son idénticos. “Los distinguimos porque Alex lleva puesta una cinta en la muñeca”, aclaran. Para el padre una de las tareas más complicadas es dar el biberón. “Embocar es sencillo. Lo difícil es que no se derrame la leche y que no se manche la ropa”. La solución es sencilla: tres o cuatro mudas diarias. Más complejo aún de lo que se pensaba es el cambio de pañales para Dani. Y subraya la nueva mami: “Hay que buscarse alternativas y ya está”. A los dos les fue muy bien lo que aprendieron en las clases de puericultura de la ONCE, un servicio que lleva más de 25 años en funcionamiento y ha enseñado a unas 100 parejas, cuando uno de sus miembros , o los dos, es ciego o tiene una discapacidad visual grave, en las tareas prácticas de ser padres. Conocieron un montón de cuestiones técnicas y operativas, ‘triquiñuelas’ en la voz de Dani. Una de ellas es medir la cantidad de las jeringas con un medidor con marcas en relieve. O, para la fiebre, un termómetro de pistola que verbaliza la temperatura. O unos recipientes de recarga que se enroscan. O un aspirador de mocos bucal... Siguieron el curso durante un mes. Y a lo largo del confinamiento tuvieron también seguimiento y apoyo on line desde la ONCE.
Para José y Dani es prioritario estar lo más cerca posible de los ‘nenes’ y cuanto antes mejor. Encontraron una vía en la música, “la comida del alma”, apunta él, quien compuso el tema ‘Como dos gotas de agua’. El siguiente paso, que la escucharan.
Para ello se sirvieron de un invento, el Baby Pod, que se introduce a través de la vagina de la madre y permite a los futuros bebés oír como si se incorporaran dos altavoces. Se perciben frecuencias, ondas, vibraciones, y ritmos. Así supieron que “Alex es rockero y movía el codo y daba pataditas con las canciones de Queen, y que a Santi le va más el chill out”.
El covid-19 les alcanzó físicamente y de pleno en la recta final del embarazo. Fue sobre el 20 de marzo. José lo traería seguramente de la calle, porque cuando se decretó el estado de alarma dejó su puesto como todos los vendedores de la ONCE. Enseguida comenzó a sentirse fatigado y tuvo incluso taquicardias. Pocos días más tarde, cayó ella con los mismos síntomas. Fueron días duros. Habitaciones distintas, no coincidir en la cocina, máxima separación. “Para dos personas ciegas seguir al 100% el protocolo médico resultó quimérico, imposible cumplir con todas las medidas higiénicas y de seguridad. Tocar es un sentido vital para nosotros”. Además, tenían que salir a la calle con los perros guía dos veces al día, antes cuatro, a hacer sus necesidades. “Aquello fue sideral. Debía parecer un astronauta. Iba envuelto en bolsas de plástico para no dejar virus en la escalera o en el ascensor y tener cuidado de no contagiar a los vecinos”. Ella, Dani, lo vive ahora con naturalidad, pero entonces con temor: “Cuando me dijeron que tenía el virus, me asusté mucho. No por mí, sino por las criaturas. Me quedaba muy poco para dar a luz”. También escuchó varias conjeturas acerca de su atrevimiento... Reía. “¿Un niño? Si hubieran sabido que lo que venía era un par no sé cómo hubieran reaccionado...”.
José se incorporará a la venta del cupón tras el permiso de paternidad, en agosto. “Volveré con el doble de ilusión”. Y a la música, también. Y Dani seguro que se embarca en alguna nueva aventura. “Somos una pareja de culo inquieto. Nos va la marcha”, desliza. Y concluye: “La ceguera nunca fue un límite”.
Kike Calvo