La palabra sonora, contra la dictadura de la imagen
Caminamos hace décadas hacia un universo progresiva y aceleradamente visual; un mundo marcado por el imperio de la imagen, que nace del objetivo peso que tiene el sentido de la vista como primer puerto de captación de información para el ser humano, pero cuya dimensión se ha hipertrofiado de la mano del desarrollo técnico y tecnológico en el último siglo. Habitamos hoy en la que ha sido denominada ‘civilización de las pantallas’ y no hace falta ser demasiado imaginativo para deducir las repercusiones que ésta deriva para las personas ciegas o con grave discapacidad visual. La ONCE, y todas las organizaciones en que se agrupan estos colectivos en el mundo, pelean hace años por hacer frente a estas dificultades que complican adicionalmente su plena inclusión y, por tanto, el avance hacia una sociedad más justa, solidaria y respetuosa con la garantía de la igualdad de oportunidades, pese a estar ésta formalmente bendecida por todos los tratados internacionales y constituciones de las civilizaciones actuales.
No, no es una tarea sencilla. Los especialistas y analistas sociales llevan ya mucho tiempo hablando de una “narrativa visual de lo cotidiano” que se filtra por cada poro de las actividad social (de las Redes a los marcos laborales, educativos o cooperativos), pero también en las más marcadamente individuales: las relaciones personales, las ‘teleconferencias’, el acceso a productos de ocio y esparcimiento... Todas presididas por la preeminencia de las pantallas, en sus diferentes modalidades, tamaños y formatos.
Las nuevas tecnologías, de la mano de las que ha desembarcado esta agresiva civilización de, por lo demás, manifiesta vocación global, pueden constituir también, no obstante, la clave de la superación -o al menos la compensación- de este grave derrotero para las personas ciegas. El reto implica ir un paso más allá de la simple complacencia respecto a esta civilización de la imagen que ha alcanzado presencia universal y ha llevado las pantallas de los terminales móviles hasta confines a los que a veces apenas alcanza una alimentación digna, o no digamos una estructura educativa básica.
Pero la palabra (en su versión sonora) se hace paso y lucha por doblar el brazo a ese universo de la imagen que se ha coronado con la extensión de una red social de alcance mundial como Instagram, en la que la fotografía o el vídeo se constituyen en mensaje por sí mismo, a menudo sin otra narrativa añadida. Todo ello exige el compromiso colectivo y técnico/científico por no dejar a nadie atrás: los medios existen pero las investigaciones no pueden demorarse y, de hecho, existe un ligero boom de la voz, apoyada en el mundo de los podcast e incluso de elementos que, como la conocida Alexa y otros 'asistentes' tecnológicos, elevan a la voz a su máxima de utilidad.
La ONCE lo sabe y empuja, en la medida de sus posibilidades, para avanzar en ese camino. Lo anima convocando certámenes como la primera edición del ‘Innova emprendedores’, cuyos galardones a soluciones accesibles para las personas ciegas acaba de entregar hace unos días. Pero también reivindicándolo en cada foro de responsabilidad legislativa y de gobernanza, y, sobre todo, ante los propios desarrolladores tecnológicos en cuya mano está, antes que nada, hacer realidad el sueño del diseño universal, de la contribución a un mundo verdaderamente para todos. Claro, los primeros ganadores, basan precisamente en la voz su contribución a esa inclusión.