Marcos Mosteiro: "Veas o no veas ganas agilidad, estrategia y equilibrio"
Joven vendedor de la ONCE, pionero en la práctica de la esgrima para ciegos en España
Gallego por los cuatro costados, de 19 años. Nació en el corazón de la comarca del Salnés, en Meis (Pontevedra). Con los doce recién cumplidos, la extirpación de un tumor cerebral, que le tocó el nervio óptico, se llevó por delante su vista, parte de la sensibilidad al tacto y el equilibrio.
Descubrir la esgrima como disciplina deportiva ‘a ciegas’ durante un campamento de verano, en el colegio de la ONCE en Pontevedra, le abrió el camino hacia un novedoso abanico de sensaciones. Así, desde los 15 años, Marcos Mosteiro Rodríguez o Kiko Rodríguez, como gusta identificarse vestido de tirador de esgrima, no ha soltado la espada de su mano derecha. Y es que anda feliz mientras se guía, con cierto paso firme, por la cinta-guía colocada en el suelo de la pista siendo la única señal de adaptación para personas ciegas.
Mediante un ligero choque de espadas los contrincantes se saludan y arranca el combate o la práctica de la esgrima a ciegas, que tanto le aporta a Kiko. “Lo primero, el equilibrio porque lo perdí… y este deporte te ayuda mucho en el tema del equilibrio; también en la agilidad de brazos, piernas y mentalmente porque tienes que estar muy concentrado y atento, con los sentidos activados, para rendir al máximo”, declara con entusiasmo (0,30 MB), al tiempo que apunta: “Y oído, mucho oído hay que tener”.
Combativo y luchador tira para ganar, en la vida y en el juego de la esgrima. La estrategia toma cartas en el asunto y conocer al contrincante siempre es una ventaja para entrar al ataque o salir en propia defensa. “La agresividad se contrarresta con quedarse quieto o irte hacia atrás”, refiere Kiko, en calidad de esgrimista. “No soy de los que se quedan parados porque normalmente voy al ataque, aunque depende del rival o si le conozco bien o no”, apostilla. (0,25 MB)Sin tapujos reconoce que “vencer al enemigo” en el combate de la esgrima es todo un placer. “Lo denomino enemigo porque es como un juego para mí, por así decir. Sí, son compañeros con los que hablas y cenas en el mismo sitio -sobre todo en las concentraciones deportivas, puntualiza- pero en la pista, en el combate a espada, es tu rival, tu enemigo. Eso sí, tras la lucha nos damos la mano, pierdas o ganes, claro”, relata sin acritud
(0,77 MB).
El protocolo se lleva a rajatabla y su incumplimiento desemboca en falta. La esgrima, a ciegas o no, es todo un arte de defensa y ataque. Para una persona ciega no existe estímulo sonoro sólo el contacto de las propias espadas de los tiradores, que produce la sensación de distancia o cercanía, y materializan en las acciones de ‘tocado en el cuerpo’ guiándose, en coordinación los pies, por una cinta o guía de la pista y el sonido de las espadas cuando se tocan. Sensaciones estimulantes, control de mente y cuerpo juegan a favor.
La inclusión en este deporte, poco conocido quizá, es una realidad. Lo es al menos en el Club ‘Ciudad de Vigo’ donde entrena Kiko con tiradores videntes que incluso se ponen en su lugar colocándose un antifaz para no ver y practicar la modalidad ‘a ciegas’. Él está encantado con la experiencia que comparte con la única compañera tiradora ciega del club, Corina Alfonso. “Para mí es super maravilloso (0,68 MB) porque pueden sentir lo que es estar sin ver, tirarse a la pista y orientarse como lo hacemos nosotros”, declara Corina, promotora del sistema de lectoescritura utilizado por las personas ciegas, el braille.
El aprendizaje del braille le llevó a Kiko poco más de un mes, recién afiliado a la ONCE. Lo cogió con ganas y tocar los seis puntitos tenía todo el sentido del mundo para leer con los dedos hasta que las circunstancias -o efectos secundarios por la intervención quirúrgica del cerebro- le provocaron una extrema sensibilidad en las yemas de los dedos. “Me hacía bastante daño incluso se me iba la piel con el roce del papel y la parte izquierda del cuerpo la tenía paralizada”, comenta. El uso del ordenador acaparó entonces su atención. Superación y constancia. La rehabilitación y aprendizaje del manejo del bastón blanco para su autonomía la superó con éxito, sin paliativos. “Me adapté bastante bien”, considera. Y ese mismo año, con 12 primaveras, “me fui al primer campamento de la ONCE y veía niños que tenían la misma visión que yo, otros un poco más, otros menos… porque a mí me gusta estar con personas ciegas como yo”, señala.
Los estragos económicos en las familias, a causa de la pandemia por Covid, también se notaron en el hogar de Kiko quien se puso a trabajar en la venta de los productos de juego responsable de la ONCE “para ayudar en casa”, confiesa. Agradecido y al filo de la emoción reconoce que en la ONCE tiene su puesto laboral “pero quitando lo del trabajo a mí me ha dado muchas cosas más (0,39 MB), me ha dado amigos -ahora ya no voy a los campamentos- pero estoy en Juventudes y tengo grandes amigos”.
En Cangas de Morrazo (Pontevedra) reside y trabaja y cuando toca se desplaza a campeonatos o encuentros del deporte que le apasiona, la esgrima a ciegas. Normalizar la práctica entre las personas ciegas pasa también porque la modalidad deportiva adquiera la categoría de deporte oficial. Para nuestro joven pionero su práctica es totalmente recomendable. “Lo recomiendo porque veas o no veas, veas poco o veas mucho da igual porque vas a ganar más de lo que tienes… Ganas en agilidad en los brazos y en las piernas fuerza, estrategia y así mantienes más despierto el cerebro”, concluye. (0,28 MB)
Genoveva Benito