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LA BOLITA 111 Y EL LENGUAJE QUE MERECEMOS

En el Grupo Social ONCE creemos en las personas, en las palabras y en los números. En las personas, porque son el centro y la razón de nuestro existir, todas las personas; en las palabras, porque importan -y mucho- para definir lo que queremos ser; y en los números, porque somos una Organización con nombre de número, apoyada en muchos números de ilusión y de suerte. Pues bien, el pasado día 18 de enero, los números volvieron a hacernos un guiño. El Congreso de los Diputados votó la reforma de la Constitución para dejar de considerarnos “disminuidos” y denominarnos como personas, personas con discapacidad. La votación en el Congreso, al ser una reforma constitucional, se realizó por “llamamiento público y de viva voz”. Para ello, previamente y por sorteo (otra vez los números) se elige a un diputado y, a partir de ahí, votan los demás. ¿Saben que diputado fue el primero en votar? El diputado 111. ¿Casualidad? ¿Números? ¿Guiño para nuestra particular historia?

La expectación era máxima en el Senado (que acogió el Pleno del Congreso por obras en la Carrera de San Jerónimo), donde un nutrido grupo de representantes de las organizaciones de la discapacidad estaban presentes en la Tribuna, bajo la atenta mirada de una ujier que se esforzaba en impedir fotos, videos y hasta conversaciones. Empezó la votación tras el debate y ese diputado 111, su señoría García Gomís, David (Vox) rompió la tensión con un rotundo “No”, que generó runrún en el hemiciclo, que todavía dudaba si ese grupo parlamentario se abstendría o votaría en contra. Pero ya no había marcha atrás; la monótona votación seguiría con García Gurruchaga, María Luisa (sí), García López, Maribel (sí)…. y así durante 20 largos minutos tras los cuales la reforma constitucional era un hecho.

Tras proclamarse el resultado favorable a la reforma, la tribuna se alzó en pie y en aplausos -para desesperación de la ujier-, con manos al viento aplaudiendo también en lengua de signos; mientras, sus señorías se giraban hacia los asistentes, también aplaudiendo -esta vez juntos PP y PSOE y otros grupos de la Cámara-, en una ovación que duró más de un minuto, jaleada de algunos vivas y mucha, mucha emoción. Se había logrado la primera reforma social de la Constitución, impulsada por las personas, para mejorar las palabras, para alcanzar las palabras que merecemos, las palabras a las que deben seguir los hechos.

Porque, decía el escritor ciego argentino Jorge Luis Borges que “en general, cada país tiene el lenguaje que se merece”, un lenguaje que evoluciona al ritmo de las sociedades, a veces rápidamente y, otras, algo menos. Pues bien, en España vamos a tener una Constitución donde las personas con discapacidad, al fin, vamos a ser considerados como tales, como personas, primero, y no como “disminuidos”, que es la definición que ha permanecido en nuestra Carta Magna durante ya demasiados años.

Porque si, como advertía el escritor inglés Robert Burton (1577-1640) “una palabra hiere más profundamente que una espada”, las personas con discapacidad nos hemos sentido heridas mucho tiempo por esta definición mientras la polarización (declarada palabra del año 2023) impedía un acuerdo parlamentario demandado durante dos décadas por estas personas y las asociaciones que las representan que, además, hemos demostrado que no estamos hablando de un revisionismo histórico o un cambio arbitrario, sólo de hacer efectiva una realidad social que, como es habitual, va por delante de la norma.

La unidad de la discapacidad bajo la plataforma Cermi es la que ha impulsado y logrado una  reforma de la Constitución Española que, muy importante, no es consecuencia de razones políticas, económicas o ideológicas; nace del espíritu de la ciudadanía y de un grupo de casi cuatro millones y medio de personas con discapacidad que vivimos en España (con familias y entornos somos más de doce millones). Por eso, podemos decir bien alto que hemos impulsado la primera reforma SOCIAL de la Constitución.

Desde el Grupo Social ONCE hemos dedicado mucho esfuerzo -durante ya más de 85 años- para construir en el país de la ONCE -como nos citan fuera de España-, una imagen de las personas con discapacidad creada desde la igualdad, el enfoque de derechos de ciudadanía, y el respeto, mucho respeto, lejos del trato asistencial o de pena al que veníamos condenados por la historia. A esa sensibilización social (que ahora llega a la Constitución) dedicamos muchas campañas publicitarias y hasta un concurso escolar en el que han participado más de seis millones de escolares que, seguramente por primera vez en sus vidas, conocieron así la realidad de otras personas y entendieron la importancia de la diversidad.

En tiempos de extremada polarización, de discursos que se radicalizan, de falta de encuentro e incluso de respeto -en algunas ocasiones- qué importante es que un grupo de personas, precisamente aquellos que lo tienen más difícil, quienes solemos estar a la cola en muchas cuestiones sociales (acceso al empleo, a la educación, a la cultura…) impulsen un consenso parlamentario entre distintos pensamientos políticos, que han concluido que merece la pena ponerse de acuerdo en favor de las personas, de todas las personas, también de las personas con discapacidad.