Acostumbrados a saltar de pantalla a pantalla, a recibir toneladas de información diaria, el mundo actual nos priva con frecuencia de un hábito consustancial al desarrollo integral de la personalidad: mirar dentro de nosotros mismos. Observar, reflexionar y conocernos más y mejor, en nuestras debilidades, pero sobre todo en nuestros talentos. Los que pueden permitirnos, desde esa especificidad que nos distingue, convertirnos en sujetos plenos y responsables de nuestra existencia. Descubrir ese tesoro singular que anida dentro de cada cual, ya desde la edad más temprana, es el primer objetivo del 32 Concurso Escolar que convocan la ONCE y su Fundación este mes de septiembre. Porque nuestra Organización entiende que eso -conseguir que nuestros niños y jóvenes aprendan la primera lección del autoconocimiento y la valoración de sus capacidades- es su mejor contribución al proyecto de construcción de una sociedad más justa, mejor. Unos muchachos que se conocen, se aceptan en sus limitaciones y descubren las capacidades para las que objetivamente están dotados constituyen la garantía de que el de mañana será un mundo mejor dirigido, más proactivo y respetuoso con la singularidad.

El talento anida en cada uno de nosotros, pero exige ser adecuadamente cultivado. Por eso es indispensable descubrirlo y valorarlo, primero, para dinamizarlo y materializarlo más tarde. Ese es, este año, el lema de nuestro Concurso: “Descubrir tu talento lo cambia todo. Transforma lo cotidiano en extraordinario”. De su mano, queremos que todos los escolares del país tengan la oportunidad de profundizar sobre sus propias capacidades y de este modo aumentar su autoestima; y, al tiempo, motivarles a descubrir el talento ajeno, el del compañero de pupitre, que le permitirá elaborar su propia vivencia del respeto y la solidaridad como valores universales.

Desde esta perspectiva, el 32 Concurso de la ONCE y su Fundación vuelve a convocar a nuestros escolares en el objetivo del trabajo en equipo, de la complementariedad del talento en el camino hacia un mundo mejor. En el que, desde el respeto y la valoración de la singularidad, se fomenten las capacidades de cada uno, sorteando la demonización de la diferencia.