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Los escolares y sus familias, unidos ante el nuevo curso

Acaba de sonar una campana muy especial en el patio de miles de centros educativos de nuestro país: la del primer día de ‘vuelta al cole’ para en torno a ocho millones de escolares, entre los que casi 7.500 son niños, niñas y jóvenes ciegos o con grave discapacidad visual. Que en su práctica totalidad (más de un 99%) cursen su formación en los mismos centros que el resto de nuestro estudiantado es uno de los logros -conquistado paso a paso en las últimas décadas- de los que la ONCE se siente más justamente orgullosa. Por constatar el fruto de un gran esfuerzo y por ser quizá la muestra más evidente de cómo hacer eficaz su cooperación con las distintas Administraciones en la busca de un objetivo compartido. La ONCE ha hecho posible la transformación de sus iniciales ‘colegios para ciegos’, ya un referente de su actividad desde sus orígenes hace casi 80 años, en sus actuales Centros de Recursos Educativos (CRE).

Ellos coordinan, en los diferentes ámbitos del territorio estatal, la tarea de sus equipos de apoyo, montados en cooperación con los responsables educativos de las diversas Comunidades Autónomas. El objetivo es claro: proveer los medios (materiales y humanos) para que estos chicos y chicas se manejen como un compañero más en el aula. Y la tarea no debe estar haciéndose nada mal, según evidencia la estadística, pues pese al hándicap de su limitación visual, su índice de ‘abandono escolar’ al terminar la ESO supone la mitad (el 10 frente al 20%) que el que arroja el conjunto de la población escolar.

En este esfuerzo compartido existe una tercera pata sin la que nuestra tarea, y la de las autoridades educativas, resultaría en buena medida baldía. Se trata de las familias que han comprendido e interiorizado que, si para cualquier joven de nuestra era la formación de calidad es un requisito inexcusable para su desarrollo personal y socioprofesional, en el caso de quienes presentan algún tipo de discapacidad (como nuestros afiliados y afiliadas) constituye una condición sine qua non para su integración en la sociedad.

Desde la ONCE hemos querido sentirnos siempre cerca de esos padres, madres, hermanos... que comparten con ellos el día a día, las dificultades, la elaboración de los trabajos en casa y la preparación de los exámenes; la vida académica, en fin. Porque sabemos la envergadura del reto a que se enfrentan y porque disponemos, como inevitables especialistas en esta materia, de las herramientas y recursos que mejor pueden contribuir a superarlo con éxito. Y porque esa es, básicamente, nuestra razón de ser: contribuir a hacer de estos adolescentes que hoy cargan sus mochilas ilusionados con la vuelta al cole los mejores ciudadanos del mañana.