Calixto Hernández: "Un ciego no puede ser regido por alguien que vea bien"
Con 82 años es el alumno más antiguo del veterano colegio de la ONCE en Pontevedra, que ha celebrado el 75 aniversario de su apertura
El tiempo no pasa en balde. Y ahí está... presente en los recuerdos. Parece que fue ayer, pero no... Corría el curso 1943/44 cuando Calixto Hernández Sánchez, con 7 años, entraba en la ONCE y comenzaba a aprender braille en el Centro de Recursos Educativos (CRE) de la Organización en Pontevedra. Allí estudió durante tres años en el sistema de lectoescritura utilizado por las personas ciegas que le permitió “aprender a leer, escribir y aritmética”, declara removiendo su pasado... “Fueron mis primeras lecciones tanto de braille como de matemáticas. ¡Ah, y convivir! Más que nada lo que hice fue aprender a convivir”, asegura emocionado (1,10 MB). Unos cimientos sólidos pues para ir construyendo una trayectoria de vida que siempre ha estado ligada a la organización de ciegos. “Desde que entré en el colegio, el 12 de enero del 44, hasta marzo de 2001 (con la jubilación) son unos cuantos años...”, reflexiona satisfecho del recorrido mientras relata sus andanzas académicas y laborales repletas de anécdotas y curiosidades. También el amor lo conoció en la ONCE, corrigiéndole los ejercicios en braille a la que sería su mujer, Mari Paz, a quien supo conquistar. Un feliz matrimonio, con dos hijos y cinco nietos, que va camino de los 55 años compartidos. Hoy, como ayer, volvieron a posar juntos, como recién casados, en la celebración del 75 aniversario del centro pontevedrés, en el que participaron por ser él, el alumno más veterano que sigue con vida.
Copista de libros en braille, vendedor del cupón de la ONCE en Madrid, profesor en el CRE de Alicante y en el de Pontevedra, Calixto puso también en marcha el primer centro de la ONCE en Fuerteventura... Y tras sacar las oposiciones a jefe administrativo, se trasladó con toda la familia desde la isla canaria hasta Badajoz. En última instancia, se mantuvo al frente de la sede de la organización en Aranjuez (Madrid) hasta su jubilación en 2001. Y es que Calixto ha sido siempre un hombre activo, en movimiento, al compás del ritmo que marca la historia...
La suya arrancó ‘entre mujeres’, en 1936, en Santa María de los Caballeros (Ávila). “Yo nací entre mujeres; mi madre tuvo primero tres varones, dos hembras, a mí y luego dos mujeres más”, así de resuelto lo declara y lo cuenta bonito (0,17 MB). De los ocho hermanos “de momento ‘de varones’ sólo vivo yo y ‘de hembras’ viven tres. Mi hermana fallecida era, como yo, afiliada a la ONCE
(0,79 MB)... O sea de ocho hijos, dos tuvimos problemas de visión”.
Porque él nunca vio bien, aunque de niño aún podía leer en la escuela del pueblo, gracias a la maestra “que me buscaba libros con letras más grandes”, rememora. Después de su paso por Pontevedra completó su formación como alumno en el antiguo colegio de la ONCE en Madrid, que “entonces se llamaba colegio de Chamartín de la Rosa y se entraba por la calle Platerías”, explica con estupenda memoria al tiempo que interrumpe el pitido de su audífono la amena conversación. Condición sinequanon era alcanzar la puntuación de sobresaliente como paso al Bachillerato, ya con exámenes, en su caso “en el Ramiro de Maeztu, con el resto de estudiantes, chicos normales”, comenta.
Con todos los ‘requisitos’ de la época en orden (como pertenecer al Frente de Juventudes) y gracias a sus buenas calificaciones obtendría el título de Magisterio. “En aquellos años, el estudiante en España tenía que pertenecer al Frente de Juventudes. A los de Magisterio, para obtener el título, nos exigían un curso que yo realicé en la cárcel de Alicante...”, narra mientras recuerda a otros compañeros ciegos que vivieron aquellos lances. “Éramos Manuel Oliver, Julio Corral, Arturo López Brea, Francisco Calvo, Orlando Fernández y yo. Ahí cada uno tenía una misión el día que nos tocaba guardia”. Desde el primer momento les trataron sin miramientos especiales ni contemplaciones. El recibimiento fue... “¡A ver, los de la ONCE, díganme las señas de la imprenta de Barcelona para que les traigan material y empiecen a trabajar como los demás! Cuando les toque vigilancia o guardia la tendrán que hacer igual...”. Calixto reproduce fidedigno aquel fragmento de vida ya muy lejana
(1,76 MB), con tono de expectación. Y llegó el día o mejor dicho la noche de guardia, y cada uno en su lugar: “Recuerdo que Manuel estaba en la puerta de entrada. El jefe del campamento fue uno de los primeros en llegar. Y él le dice ‘¡Contraseña!’... ‘¡Cómo que contraseña si soy el jefe!’... La respuesta tajante: ‘¡Aquí si no me da contraseña no entra!’. Razón de peso, y más si cabe si se está exento del sentido de la vista”... La anécdota nos lleva a la risa; también a otra, siendo un chiquillo, cuando las monjas le castigaron, a él y a otro buena pieza, por orinar desde una ventana. A buen seguro... tenían un motivo ¿O no? O cuando acertó una quiniela de 13, compartida con sus chicos de Alicante, o el día que gozaron de alegría los chavales ciegos de Pontevedra por la visita de los jugadores de fútbol del Pontevedrés, a quienes conocía por estar en la misma pensión. “Fueron a jugar con los chavales. Fue en el 61 y esa fotografía está en el libro que hizo la ONCE sobre el colegio”, apunta mientras esboza una sonrisa nostálgica.
Retazos de vida que reabren el pasado para llegar al presente... “La evolución principal de la ONCE fue cuando empezó a ser gobernada por ciegos, con Vicente Mosquete y Justo de Andrés. Cada estamento debe ser gobernado por sus afiliados, por sus iguales. Un ciego no puede ser regido por uno que vea bien porque su mundo lo desconoce”, concluye (0,91 MB). Así ha sido y es...
Genoveva Benito