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En el adiós a nuestro compañero Fernando Hernández, “hacedor de caminos”

Fernando Hernández rodeado de compañeros y amigos. Delante, su mujer, Mercedes, y a su izquierda el delegado territorial, Carlos Hernández Yebra Este próximo 6 de noviembre, Fernando Hernández González, técnico de Rehabilitación de la D.T. de Castilla-La Mancha, hubiera cumplido 40 años de servicios en nuestra entidad, “si una fatídica enfermedad no nos lo hubiera robado”, según expresan sus compañeros del centro castellano-manchego en una sentida y hermosa nota remitida a nuestra Redacción.

Fernando, técnico de Rehabilitación de la ONCE en Castilla-La Mancha durante los últimos 16 años, falleció en Madrid el pasado 30 de septiembre, disfrutando ya de una jubilación parcial, y tras más de 39 años de dedicación profesional a las personas ciegas, a cuya formación estuvo siempre vinculado, de una u otra manera.

Nacido el 5 de agosto de 1955, en el pequeño pueblo abulense de Piedralaves, junto al valle del Tiétar, se crió en Madrid, niño -como tantos entonces- protagonista de la emigración hacia la gran ciudad en busca su familia de un mejor porvenir. Así acabó llegando, en la época de la Transición, al colegio de la ONCE en el Paseo de la Habana, donde trabajaba como celador mientras cursaba los estudios de Geografía e Historia.

“Allí fui donde le conocí. Yo entonces era un adolescente, y le recuerdo enseñándonos a partir un filete en el comedor, a servirnos agua en un vaso o a cómo hacer la cama, e incluso jugando al fútbol en el campo junto a lo que conocíamos como ‘La Granja’, aunque hacía años que ya no había allí ni rastro de animales”, comenta en la nota de referencia el que ha sido estos últimos años su delegado territorial en Castilla-La Mancha, Carlos Hernández Yebra.

Años después se incorporaría como técnico de Rehabilitación a la Agencia de la ONCE en Albacete, donde continuó su tarea en pro de la autonomía personal de los ciegos, bien con la orientación y movilidad, bien en las actividades de vida diaria o con la rehabilitación visual. Desde allí atendía también a los afiliados/as de la Agencia de Cuenca; “y fue percatándose de que la otra Castilla era también muy ancha”, recurda Hernández Yebra.

Sus hijos, Pablo y Carlos, así como Mercedes, su esposa y compañera, permanecían en Madrid, por lo que se trasladó a la sede de la Delegación Territorial, ubicada en Toledo, en octubre de 2005, atendiendo al tiempo a los afiliados/as de Guadalajara. En el Equipo de Servicios Sociales siempre le recordarán por su humor y su actitud de tirar para adelante con los casos más complicados, pues los entendía como un reto personal y profesional. Seguramente que su paso por el Colegio de la ONCE le había dado una perspectiva de convivencia con la ceguera que otros no tenían. Un cariño especial hacia la Institución que le llevó a escribir una carta de despedida, en la que expresaba que la ONCE había constituido, sin duda, “una parte importante de mi vida”. Hernández Yebra agradece especialmente a Mercedes Ortego, fiel compañera de Fernando y educadora ella misma en el CRE de la ONCE en Madrid, su permiso para compartir estas últimas palabras de nuestro compañero. “Seguro que muchos compañeros y afiliados llevaremos algo suyo con nosotros, pues fue guía, maestro, instructor, coordinador de casos, ponente,... ¡un auténtico hacedor de Caminos de Vida!”, concluye el delegado territorial castellano-manchego.