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Curso sobre el sistema dactilológico para facilitar la comunicación con compañeros sordociegos

Ilunion ha concluido la formación de un primer grupo y otro más comenzará en septiembre

Detalle de las manos de dos alumnas durante una de las prácticas del cursoIlunion ha impulsado -en su sede corporativa en Madrid- un curso básico y práctico de alfabeto dactilológico para facilitar la comunicación, el día a día y las relaciones laborales con uno de sus compañeros, en este caso Javier García Pajares, el primer Erasmus sordociego que, además, trabaja en la asesoría jurídica del grupo.

Se estima que en España hay en torno a unas 6.000 personas con sordoceguera, discapacidad que implica problemas de comunicación únicos y necesidades especiales derivadas de la dificultad para percibir de manera global, conocer y desenvolverse en el entorno. “Salvo que alguien tenga intención comunicativa contigo, tú no sabes lo que ocurre alrededor y, por lo tanto, no sólo no te puedes comunicar, sino que no puedes reaccionar ni puedes mostrar interés por lo que está pasando en tu entorno”, explica Esther Requena, gerente de la Fundación ONCE para la Atención de Personas con Sordoceguera (FOAPS).

Por ello la figura del mediador es tan importante para la inclusión de la persona con sordoceguera, pues es quien trata de que esté “en contacto con el mundo, con la familia, con los amigos, con el centro, con quien esté a su alrededor, y de que esas personas puedan comunicarse también con la persona con sordoceguera”, como señala por su parte la mediadora de FOAPS, Lorena Gonzalo.

Inclusión

Pero, como en el caso de García Pajares, no siempre hay un mediador disponible. Por esa razón, para facilitar sus relaciones laborales y desenvolvimiento en el día a día, Ilunion -con la colaboración de FOAPS y en su línea por la inclusión de las personas con discapacidad- ha impulsado este curso básico y práctico en su sede corporativa en torno al alfabeto dactilológico, sistema que utilizan para comunicarse las personas con sordoceguera.

Según Requena, para la incorporación laboral de Javier García Pajares, la FOAPS realizó un trabajo previo, con él y con sus futuros compañeros, a fin de que “perdieran el posible miedo a esa barrera que supone encontrarse con una persona que ni ve ni oye”.

De esa necesidad por romper esas barreras, surge el interés por parte de otros compañeros de Torre Ilunion por aprender a comunicarse con Javier, una iniciativa que él mismo aplaude: “me parece una iniciativa genial que mis compañeros y compañeras quieran aprender a comunicarse conmigo”, ha confesado.

La jefa del departamento de Diversidad y Marca Empleadora de Ilunion, Susana Moreno, señala que la demanda ante la iniciativa ha sido mayor de la esperada. “Nos ha sorprendido, porque de hecho se ha apuntado tanta gente que hemos tenido que hacer dos ediciones del curso”, asegura ilusionada. El segundo grupo comenzará su formación en septiembre.

Entre los alumnos que han realizado ya su primera entrega se encuentra Ricardo González, coordinador de Seguridad, Salud y Bienestar del Grupo Ilunion, quien asegura haberse apuntado a esta formación no sólo como trabajador sino como compañero. A su juicio, además, ha resultado un curso “ameno” y “sencillo”, que “me ha gustado mucho”, afirma. “Lo que requiere, sobre todo, es mucha práctica, así que ahora vamos a estar hablando con él todo el día”, bromea Ricardo. 

El sordociego Javier García Pajares, en un acto públicoTrabajo diario

Javier García Pajares explica a su vez que hay compañeros con los que habla más por razones laborales, como su responsable en la asesoría jurídica en el área de contratos mercantiles, Susana Poncela, de la que asegura que ‘progresa adecuadamente’. “Ella piensa que va lenta, pero yo le digo: tranquila, es que no estás acostumbrada a hablar rápido. Esto requiere su práctica, su tiempo, poco a poco irás mucho más rápido. Pero no te preocupes que, de momento, lo haces fenomenal”, añade Javier.

Otra de las alumnas, Carmen Pérez, recepcionista de esta sede central, aplaude que el Grupo Ilunion impulse iniciativas de este tipo que mejoran la comunicación: “de hecho -nos cuenta-, el otro día pasó Javier por recepción y pude decirle algunas cosas”.

Todo ello, reconoce en definitiva García Pajares, ha contribuido a cambiar sensiblemente su vida diaria en el trabajo: “se nota que me integro más, que hay personas que saben comunicarse conmigo, que se interesan, que a lo mejor me preguntan ‘¿cómo estás?’, cuando me ven, y eso antes no lo hacían porque no sabían cómo comunicarse conmigo”.

La formación

Un grupo de personas practicando el lenguaje dactilológicoA Carmen, la recepcionista, le ha ayudado ‘un montón’ su conocimiento previo de lengua de signos a la hora de aprender el sistema dactilológico en palma. En su opinión, las clases han resultado muy didácticas y amenas. “Con la profesora, muy bien. Nos hemos reído mucho, a la vez que hemos aprendido. Me ha encantado”, asegura.

Todos los alumnos coinciden en elogiar la formación, un éxito cuya principal artífice ha sido la mediadora Lorena Gonzalo, quien destaca también que “todos los alumnos han estado muy motivados” en el objetivo de aprender a comunicarse con Javier: “se han esforzado muchísimo y me lo han puesto muy fácil”, afirma.

Lo más difícil, reconoce, es aprender la configuración, “porque se trata de un sistema en el que cada letra se hace con una configuración concreta de la mano. Y al principio, hacer esas configuraciones, cuesta”.

Otro alumno del curso, Alberto Rossi, del departamento de Desarrollo de Negocio Internacional, coincide en que “lo más difícil es no mezclar algunas letras, porque el lenguaje dactilológico no deja de ser una combinación táctil de una mano sobre otra, jugando con la posición de los dedos. Hay unas letras que son más fáciles de recordar y otras que resulta más complicado..., y eso puede llevar a confusión”.

Lo confirma su compañera en el curso Susana Moreno: “al principio te parece imposible poder aprender algo así. Y, sin embargo, poco a poco, hemos conseguido aprenderlo, nos hemos manejado y comunicado de una manera sencilla”, asegura. 

Cuantos han realizado el curso esgrimen razones laborales, pero, sobre todo, afirman haberlo hecho por compañerismo. “Somos casi 1.000 trabajadores en este centro de Torre Ilunion, y Javier no deja de ser un compañero más, al que te encuentras en el pasillo, en la cafetería... Simplemente es sordociego y tiene unas importantes barreras de comunicación, formales e informales”, argumenta Rossi.

En opinión de Javier García Pajares, el curso “ha gustado muchísimo” porque supone “otra forma distinta de comunicarte que, cuando la pruebas, en general, te gusta... Creo que es lo que les ha motivado a querer aprender más”, añade. Mientras Lorena Gonzalo, como profesora del grupo, tiene clara la nota que se merecen unos alumnos tan entregados y voluntariosos: “un sobresaliente, sin duda”, afirma, aunque, eso sí, “tienen que practicar para coger velocidad”, concluye.