EDITORIAL
Nos queda la palabra, universalmente compartida
“Si he segado las sombras en silencio.../ Si abrí los labios hasta desgarrármelos.../ Me queda la palabra”. El certero y contundente poeta vasco Blas de Otero (1916/1979) elevó mediado el siglo pasado este dolido homenaje a la palabra. Y su coetáneo británico William Golding (1911/1993), Nobel de Literatura 1983, la consideraba con reverencial respeto “poderosa herramienta que puede cambiar el mundo”... Las personas ciegas tenemos también clara conciencia del valor y trascendencia de la palabra; la falta de visión nos conduce a optimizar el aprovechamiento del resto de los sentidos y, junto a ellos, el lenguaje se convierte en herramienta capital para acercarnos al mundo, conocerlo y a menudo interactuar con él y, en definitiva, con nuestros semejantes.