Nos queda la palabra, universalmente compartida
“Si he segado las sombras en silencio.../ Si abrí los labios hasta desgarrármelos.../ Me queda la palabra”. El certero y contundente poeta vasco Blas de Otero (1916/1979) elevó mediado el siglo pasado este dolido homenaje a la palabra. Y su coetáneo británico William Golding (1911/1993), Nobel de Literatura 1983, la consideraba con reverencial respeto “poderosa herramienta que puede cambiar el mundo”... Las personas ciegas tenemos también clara conciencia del valor y trascendencia de la palabra; la falta de visión nos conduce a optimizar el aprovechamiento del resto de los sentidos y, junto a ellos, el lenguaje se convierte en herramienta capital para acercarnos al mundo, conocerlo y a menudo interactuar con él y, en definitiva, con nuestros semejantes.
De Homero acá pocos colectivos han dejado huella tan significativa como el nuestro del vínculo entre conocimiento y lenguaje, desde la tradición oral (hoy soporte audio) pero incluso acudiendo a lo más profundo de la inventiva humana para idear un método como el sistema braille. Y de esta profunda tradición y del convencimiento del valor y necesidad del lenguaje para nuestro desarrollo colectivo arrancan las históricas reivindicaciones de las personas ciegas o con grave deficiencia visual por derribar barreras, abrir puertas y ventanas y favorecer -desde el máximo respeto a los derechos de autor de los creadores- la extensión de la obra escrita entre nuestros colectivos, en todos los lugares y a través de todos los idiomas del mundo.
El histórico acuerdo de Marrakech, no en vano bautizado como ‘milagro’ en decenas de países con especiales dificultades materiales para la conversión y adaptación libresca, permitirá la circulación prácticamente libre de todo tipo de textos accesibles para nuestros colectivos, que suman ya más de 280 millones de seres humanos en todo el planeta... Y la ONCE, que desde el primer día estuvo a pie de obra para alcanzar el acuerdo, ha querido ser también pionera en materializarlo. Acaba de abrir sus estanterías virtuales (prodigios del progreso) para que, a través de sus organizaciones e instituciones acreditadas, puedan disfrutar de las 64.000 obras con que cuenta nuestra Biblioteca Digital (BDO), el mayor fondo bibliográfico de textos accesibles para personas ciegas o con discapacidad visual en lengua castellana. Una simple web, en inglés y español, permitirá a usuarios de todos los rincones del mundo ‘colarse’ en esa enorme biblioteca y acceder a tan espectacular fondo cultural, convocados por la propia ONCE que, como les cantaría el bueno de Jaume Sisa, les invita con el ‘paseu, paseu’ a una casa que es ‘casa de todos’.