El hipnótico poder de la imagen
Nunca, en la milenaria historia de la Humanidad, tuvo tanto peso -en el entorno inmediato pero también en su proyección de largo alcance- el valor de la ‘imagen’. De cómo somos percibidos dependen, hoy, en muy buena medida, nuestras posibilidades de promoción profesional, de éxito social e incluso de aceptación en las relaciones personales. Por fortuna, pese a la recurrente identificación con su dimensión visual, la imagen es un concepto mucho más amplio; “figura, representación, semejanza y apariencia de algo”, reza su primera acepción en el Diccionario de la RAE, y las personas ciegas nos manejamos cotidianamente, en buena lógica, en esta dimensión universal de su significado. Pero no cabe ignorar que lo visual ha sabido introducirse agresivamente en esta sociedad global a través de unos medios de comunicación progresivamente vicarios de esa dimensión. Y su propagación a través de las redes sociales ha multiplicado este efecto: somos lo que parecemos, lo que de nosotros se refleja al exterior.
Las personas con discapacidad decidieron afrontar y enfrentar, hace ya tiempo, la histórica deuda que los medios mantienen con su visibilidad, con la normalización de su tratamiento informativo e incluso exigiendo su integración laboral como profesionales en el sector. Y, junto a la denuncia, fomentan acciones en positivo como es la anual concesión de los Premios Tiflos de periodismo social que otorga la ONCE para reconocer las mejores prácticas de medios y profesionales en este terreno.
En paralelo a esta reivindicación, el Observatorio de Igualdad de Oportunidades del Grupo Social ONCE ha detectado la dificultad que se encuentra también para visibilizar -a través de los medios- las múltiples situaciones de desigualdad que se mantienen en todo tipo de relaciones entre hombres y mujeres. Prensa (impresa y digital), radio y televisión se descubren así hipotecados por inercias claramente obsoletas pero resistentes al cambio. Siguen reflejando una imagen estereotipada y maniquea de la mujer, que ignora con frecuencia su talento y capacidad, y reduce su foco a los aspectos físicos, al prejuicio sexista, a la discriminación en suma.
Mujeres y personas con discapacidad (no digamos quienes reúnen ambas condiciones) debemos ir en consecuencia de la mano al reclamar una adecuada formación de los profesionales, unos medios comprometidos con la igualdad y unas legislaciones que blinden la defensa de sus derechos. No podemos obviar el hipnótico poder actual de la imagen, pero sí exigir un tratamiento a la altura de la dignidad que merecen todas las personas.
Las periodistas invitadas a debatir en la sede del Consejo General de nuestra entidad sobre este asunto mostraron su enfado por el hecho de que estas temáticas sociales no son tratadas por redactores especializados, como sí ocurre en otros ámbitos informativos, como el deportivo o el económico. Y tienen razón. Las cuestiones sociales requieren un tratamiento especializado: hablamos de personas y de los temas que más directa y gravemente las afectan, y es exigible que se aborden con toda profesionalidad y rigor, lejos de estereotipos comunes o titulares sensacionalistas. Ahí podrán contar siempre los medios con todo el apoyo, la experiencia y el poso de sus ocho décadas de historia del Grupo Social ONCE.