Teresa Cobo: "No entiendo la vida sin música"
Es la flamante ganadora del VII Concurso Musical ONCE Andalucía, en la modalidad individual
Grande, muy grande... por fuera y por dentro. Impresionante voz y de sentimientos intensos, a flor de piel. Luce pletórica de felicidad, sin disimulo alguno. Y es que Teresa Cobo Sánchez, de 42 años y natural de Jerez de la Frontera (Cádiz), acaba de ganar la 7ª edición del Concurso Musical de la ONCE en Andalucía. Guitarra en mano ha desgranado con su registro vocal de contralto el ‘Poema de mi soledad’, que fuera escrito en su día por Rafael de León y musicado por Juan Solano.
Una voz poderosa, la de Teresa, acompasada por su propio ritmo a la guitarra, desató el aplauso unánime del certamen que ha conquistado en la modalidad individual. Casi no se lo podía creer... “Sentí una alegría grandísima y mucha emoción. Una sensación como de ‘no me lo puedo creer, esto no me está pasando a mí”, declara rememorando aquel momento. Sin duda una velada entrañable por ser compartida también con familiares y amigos de siempre. “Allí estaba mi madre, que ha estado enferma, pero al fin pudo venir a verme al concurso... Ha sido muy especial para ella”, dice, mientras respira profundo para recobrar el aliento de la contenida emoción. Y, tal y como canta, se viene arriba y explica vibrante: “¡Mi madre estaba que no cabía en su pellejo! Vino incluso mi primera profesora de EGB, que me enseñó a escribir y ya es muy mayor, y también mis tías... No sé, me sentí tan arropada, tan feliz, tan... que no lo podía creer (1,07 MB). Fue una sensación preciosa, de ilusión, de plena felicidad, de... ‘Jo, lo he conseguido’. ¡No me lo podía creer!”
Esta vez los nervios los mantuvo a raya y consiguió brillar con luz propia. Ha superado y con creces el mal rato que pasó en 2016 cuando se presentara por primera vez al certamen. “Entonces me bloqueé (0,36 MB). Canté bastante... -y lo deja ahí, en el aire, sin calificativo para continuar con su relato escrito en la memoria-. Es que me veía en la actuación y me decía: ‘¡me arranco los pelos a puñaos!’...”. Ahora, sin embargo, se ríe a carcajada limpia con aquel recuerdo. Para Teresa, a la segunda ¡fue la vencida! con Poema de mi soledad
(3,31 MB).
Conversamos vía telefónica, con paradas intermitentes, cada dos por tres, para que nuestra particular centinela de la ilusión, agente vendedora en Almería de los productos de juego de la ONCE desde junio de 2018, pueda ir realizando su trabajo sin nuestra excesiva interferencia a caballo de la conversación.
Constatamos así, con su permiso, que no para de atender con amabilidad y cercanía a su clientela, ya más amigos que conocidos en no pocos casos, asegura. “La verdad es que estableces una relación de intimidad con ellos porque vienen al quiosco, te cogen algún producto... Tengo clientes de cada día y muchos, aunque no vengan a comprarme, paran un momento. La mayoría me compra al menos una vez a la semana, si no más”, asegura dicharachera. Aun con poco tiempo en esto de la venta, parece que le ha cogido el tranquillo. Diecisiete años se tiró ejerciendo su profesión de fisioterapeuta en clínicas, centros especiales de empleo o asociaciones de personas con discapacidad hasta que se plantó y dijo ¡basta! “Con la crisis llegaron problemas para mantener las infraestructuras, empezaron a reducirnos horas a los fisioterapeutas... En la actualidad un fisioterapeuta en estos sitios cobra unos 600 euros al mes”, denuncia. Y, argumenta: “si no tienes clínica propia, y eso requiere dinero, o la suerte de contar con un trabajo en la Seguridad Social -aparte del tuyo- no hay manera de alcanzar un sueldo decente”. Así que tomó la decisión y cambió su rumbo laboral para ejercer como agente vendedora de los productos de juego de la ONCE. “Es una buena solución (1,30 MB); tienes estabilidad y sabes que estás respaldada, que tus derechos sociales están cubiertos”, reflexiona con aplomo y establece una comparativa: “yo he ido a trabajar con un esguince de tobillo de grado 2 y con el pie morado cuando estaba de autónoma. La gente me decía: ‘se te ve muy sería’. Y entonces recordaba que se me había pasado tomar el Voltarén... Demasiado que podía sonreír una miaja”.
Pero otro cantar muy diferente es la música, su música. En esa voz suya y al compás de su guitarra, que toca desde los cinco años. Su padre, ciego como ella, le impulsó el aprendizaje del braille y le inculcó el amor por los acordes. “Empecé con la guitarra; desde que era muy niña me gustaba la música (0,53 MB). Mi padre me la ponía desde que nací. Era muy activa y para relajarme me ponía clásica. Luego fue sumando todo tipo de estilos. Así que empecé a pedir instrumentos musicales por Reyes y me buscaba las maneras para tocarlos sin ver”, explica al borde de la emoción.
Llegaría más tarde su paso por la Academia de Flamenco con el guitarrista y maestro Manuel Lozano Carbonero y la educación de la voz, con buena dosis autodidacta, sumándose a los seminarios de ‘Teatro musical’ y ‘Coral’ recibidos en el Colegio Mayor Jesús María, en Granada, mientras estudiaba Fisioterapia en la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud de la universidad granadina. También tuvo mucho que ver, hasta llegar a su actual dominio, su inmersión en el Coro Rociero del Barrio de la Granja donde se crió, en Jerez. Cantar y tocar la guitarra es su pasado y su presente. Y a buen seguro, también su futuro. “Yo creo que no comprendería la vida sin música”, concluye (0,71 MB).
Genoveva Benito