Sara Rodríguez y Alfonso Serna: "Impresiona su fuerza de voluntad, pero nos dicen... ¡y vosotros no veis!"!
Alumnos de la Escuela de Fisioterapia ONCE realizan, un año más, sus prácticas profesionales en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo
Empatía y profesionalidad. Sus manos han visto pacientes reales..., y palpables. La indiferencia no cabe en el vocabulario cuando se trata con personas que luchan por superar una paraplejia. Y la fisioterapia, en tan delicado campo médico, supone una importante baza para ‘jugar a ganar’. Así lo han experimentado -en sus obligatorias prácticas, como el resto de sus compañeros- la joven Sara Rodríguez Nieto, de 25 años, y Alfonso Serna Herguedas, veterano de 54 primaveras pero que se inicia en la profesión. Ambos alumnos de la Escuela de Fisioterapia de la ONCE, adscrita a la Universidad Autónoma de Madrid, y desplazados -durante un par de semanas- al Hospital de Parapléjicos de Toledo.
Una oportunidad, sin duda, para aprender en unas jornadas prácticas supervisadas por los propios profesionales de ese centro de referencia en la especialidad. “Aquí vemos patologías que no sueles encontrar al visitar otros hospitales; también la forma de abordarlas es distinta, en movimientos, por la sensibilidad del paciente o los motivos de la afectación y la unidad motora del músculo... Trabajamos de una manera muy diferente a como se hace en otras unidades sanitarias, como Quemados, Traumatología, Neonatos...”, nos explica Alfonso, muy satisfecho por esta personalizada formación que ha recibido (0,90 MB).
“Impresionante” es el calificativo que utiliza Sara, por su parte, en su balance de estas prácticas, “por lo que aprendes, a nivel tanto profesional como personal, ¿sabes? Y cómo conoces a los pacientes; es una relación de poco tiempo pero se crea un vínculo superfuerte, increíble la verdad (0,35 MB)”, afirma feliz tras su paso por Parapléjicos. Tal es su entusiasmo que se plantea la especialización en Neurología para el tratamiento fisioterapéutico de lesiones medulares. “Aquí ves cosas que dices ¡Ostras, yo no sabía esto...! Es un gran impacto, para mí por lo menos”, apostilla, e insiste en su reto: “no sé dónde acabaré
(0,62 MB), pero tengo claro que me gustaría terminar trabajando en este hospital o algún otro donde pueda empaparme de conocimientos y aportar los adquiridos”.
Donde se obra el milagro del movimiento, se requiere de una exhaustiva preparación; la fuerza de voluntad del afectado junto a la paciencia y profesionalidad de los especialistas suman puntos para alcanzar el éxito que parecía a priori imposible. Ahí es donde Alfonso y Sara se han dejado llevar por manos más expertas, en el Hospital de Toledo. “Aunque partamos de nuestra discapacidad visual
(0,65 MB), otros sentidos se nos potencian mucho, como es el oído para captar algunos ruidos, la geolocalización de uno mismo respecto a tu posición y, sobre todo, el tacto... las manos”, relata Alfonso quien descubrió cuántas cosas “se podían hacer siendo ciego” hace apenas cinco años, cuando se afilió a la ONCE. Ingeniero Técnico e Informático va camino de completar, con Fisioterapia, su tercera carrera universitaria. “A mi edad no era cuestión de quedarme en casa, y como siempre me ha atraído la Medicina y me enteré de la posibilidad de estudiar Fisioterapia en la Escuela de la ONCE, que antes no sabía que existía, pues... me apunté ¡Y aquí estamos!
(0,42 MB)”, nos comenta con talante reflexivo y sereno, que parece contrastar con la espontaneidad de Sara. De hecho, a él no le mueve fundamentalmente la búsqueda de un futuro trabajo remunerado: “soy pensionista, y con muchos años cotizados”, apostilla. Más se inclina por poner sus conocimientos al servicio del voluntariado de alguna ONG e incluso al del Ayuntamiento de Cobeña (Madrid), donde reside con su familia, para ayudar a personas mayores o con necesidades especiales, sin un ánimo de lucro personal. La experiencia de la solidaridad en Cruz Roja le precede en aquella juventud que dejó atrás.
Saber ponerse en el lugar del otro humaniza siempre las relaciones, también las laborales y concretamente las médicas, claro. La etapa adolescente no le sonrió a Sara demasiado: con 15 años comenzó a manifestársele una ‘enfermedad rara’ que, a fecha de hoy, carece de nombre ni diagnóstico claro. “Veía por ambos ojos pero ya como que se cerraba mi campo visual y empecé a ver todo más oscuro”, recuerda. Lo pasó mal, dejó los estudios... Quería ser enfermera o médico y le dijeron: “para una persona ciega o con escaso resto visual es inviable hacer cosas como poner una simple vía...”. Así que se desanimó, y sufrió, pero remontó y se hizo con un Grado en Peluquería, nos cuenta... En su segunda visita a la ONCE ya entraba en baremo para su afiliación, y volvió a dar otra vuelta a su preparación curricular. Le invitaron a retomar el Bachillerato en aquel centro que abandonó en Navalcán (Toledo), localidad donde aún reside, y continuó con los estudios universitarios en la Escuela de Fisioterapia de la ONCE... Así, hasta hoy, a apenas un año vista para brillar en la profesión que, a buen seguro, marcará su futuro profesional. Ilusión, empatía, constancia y ganas no le faltan. La fuerza de voluntad también le adorna, tan impresionante quizá como la que han podido comprobar entre los pacientes del hospital de Parapléjicos de Toledo. “Es impresionante la fuerza de voluntad que tienen y, claro, ellos nos dicen: ¡y vosotros no veis!”, concluye (0,59 MB).
Genoveva Benito