Mª José y Daniel, una historia común más allá del confinamiento
Mª José Marín Alanis se levanta cada uno de estos insólitos días que vivimos con algunas cosas en su cabeza. Entre ellas, "¿me necesitará hoy Daniel?". Y tras ese primer pensamiento no duda en revisar los mensajes en su móvil. Su actitud encarna la importantísima labor que durante está crisis están realizando los miles de voluntarios que prestan este servicio en la ONCE
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En medio de esta pandemia, que ha encerrado en casa a millones de personas en España y en el mundo, ellos son parte del motor que mantiene vivo el corazón social de gran parte de la población; muchas de ellas personas vulnerables que necesitan comprensión, acompañamiento y atención en medio del aislamiento. Una de ellas es Daniel Sánchez Velarde, sordociego de 48 años , afiliado a la ONCE, residente en una población sevillana, y casi vecino de barriada de Mª José (1,04 MB).
Esta joven sevillana de 24 años es voluntaria de la ONCE desde noviembre de 2019, y compagina éste con otro voluntariado en Protección Civil, con lo que durante estos días no para. “Si hubiera sabido la satistacción que siento haciendo este voluntariado en la ONCE lo hubiera hecho muchísimo antes” asegura (0,19 MB). Tanto, que sabe que su relación con Daniel ha llegado a un punto que alcanza el grado de amistad. “La relación con Daniel es buenísima. A veces tenemos que mirar el reloj porque se nos pasan las horas y no nos da tiempo a hacer las tareas que tenemos que hacer”, afirma
(1,49 MB).
Acompañado constantemente de sus dos magníficos pastores alemanes –Enma, subcampeona de España en 2018, y a la que le encanta jugar, saltar y echarse encima de su amo, y Quinto, más tranquilo y obediente- Daniel , como dice Mª José, tampoco para de hacer cosas, aún en esta época de confinamiento. “Nunca estoy parado, eso es sinonimo de estar muerto... Yo sigo haciendo ejercicios, barro un poco la casa, me cocino de todo, estudio psicologia social, juego con los perros, cuido de la piscina, hablo por whatsapp con muchisima gente y curioseo por internet ... De todo, pero estar parado nunca”.
Daniel vive solo y se define como un “sordociego adaptativo a cada la situasion”, a pesar de sus problemas de equilibrio. El es una de las más de 650 personas reconocidas con sordoceguera que residen en Andalucía.
Por eso, en esta época de reclusión obligada no tiene palabras para agradecer la labor de personas como Mª José: “Su altruismo, su solidaridad... Hoy en día apenas hay personas como ella, que no busca interés o beneficio propio... Eso tiene más mérito que tener 20 titulos universitarios”, asegura Daniel. Y efectivamente, conociéndola como la conoce, aquí no hay méritos que valgan porque, como registra el ADN de cualquier voluntario, para Mª José (1,10 MB) es más lo que recibe de sus usuarios, en este caso de Daniel, que lo que da a los demás.
Acompañarle durante sus paseos con Enma y Quinto; ajustarle el implante coclear que Daniel tiene para manejar mejor su compleja discapacidad; ayudarle como guia interprete de personas sordociegas en consultas médicas a las que le acompaña - Mª José tiene dos años de estudios de grado en Mediación Comunicativa- son algunas de las tareas que realizan juntos. Y hablar, hablar mucho. "Aunque no sea una medidadora profesional es muy habilidosa y además tiene una buena voz para mi... Con ella me siento muy a gusto. Es un privilegio que viva tan cerca de mi casa, de hecho durante los meses que llevamos juntos me he sentido más seguro y cómodo. Es la única persona que me permite pasear a dos grandes perros por el centro de cualquier calle o parque de la zona, porque cuando los saco yo sólo me resulta muy complicado: con una mano sujeto al perro y con la otra voy tocando las paredes de los chalet de la manzana por donde transito”.
Ahora durante el confinamiento no se pueden ver, ya que no pueden tener contacto directo, algo que está siendo duro para muchos voluntarios, porque como explica Mª José "es en estos momentos cuando sentimos que tenemos que hacer mucho más de lo que realmente podemos", nos comenta (1,10 MB). Por eso, cada día tiene más presente a Daniel y no duda en avisale de cuestiones puntuales que le puedan afectar directamente. “Como ella trabaja en proteccion civil también de voluntaria, el otro día me frenó cuando pensaba sacar a los perros avisándome de que estaban desinfestando las calles y era peligroso”, nos cuenta Daniel, adivinándose en sus palabras cierta sonrisa de eterno agradecimiento.
Un agradecimiento que es mutuo, que es de todos, y que, como la de Daniel y Mª José, encarnan las mejores y profundas historias humanas que perdurarán más allá de este maldito confinamiento.
Mercedes Leal