Rosa Blanco&Natalia Bueno: “Todo lo que aprenden lo comparten... Se llaman multiplicadores”
Son integrantes del voluntariado internacional de la FOAL y tuvieron que volver a España por el coronavirus... Andaban por la República Dominicana cuando se declaró el ‘estado de alarma’ por la pandemia...
Viajeras solidarias, incansables, y con una experiencia ya veterana en sus respectivas trayectorias laborales en la ONCE. Y es que la treintena en el trabajo ‘con y para las personas ciegas’ no se la quita nadie a ninguna de ambas. La autonomía personal, conseguida con técnicas de rehabilitación, es dominio de la técnico Rosa María Blanco Sanz, mientras que la trabajadora social Natalia Bueno Pulido se vuelca en la integración laboral del colectivo. Y suma y sigue... Desde hace un tiempo también más allá de nuestras fronteras con su voluntariado en la Fundación ONCE para América Latina (FOAL https://www.foal.es/).
Llevan la sonrisa puesta y nada las detiene a la hora extender sus manos solidarias al lugar que las recibe. Así coincidieron por tierras latinoamericanas y regresaron muy a su pesar con antelación hacia España de su voluntariado, también juntas: la covid-19 impuso el ‘paréntesis presencial’ también al voluntariado internacional de la FOAL, a causa de la pandemia. “Se canceló el voluntariado (0,56 MB). Realmente había que volver porque cerraban el aeropuerto como mínimo durante 30 días. Y, en el caso de no haber vuelto... bueno, nosotras viajábamos con nuestras vacaciones pero, aparte de eso, de no haber regresado, nos hubiésemos tenido que quedar allí en cuarentena, metidas en el hotel y aisladas de todo”, explica Rosa Mª con tono de lamento.
No había, además, razón para permanecer allí cuando la labor del voluntariado, que les llevó hasta Santo Domingo, había quedado interrumpida a la mitad su desarrollo, previsto para dos semanas. “Nuestra labor consiste fundamentalmente en asesorar, en trasladar nuestro modelo de trabajo, el de la ONCE, que conozcan sus particularidades y cómo desarrollamos nuestra metodología para que pueden adaptarla y servirse de ella en sus propios métodos y en su dinámica diaria”, apostilla Natalia (0,55 MB).
La parte más enriquecedora para estas viajeras voluntarias quizá haya sido experimentar, conocer y comprobar in situ cómo desarrollar sus propios métodos en aquellas latitudes. Especialistas y profesionales del Patronato Nacional de Ciegos, con sede central en Santo Domingo, les han acompañado y guiado para conocer las dinámicas de trabajo y las dificultades con las que se encuentran a diario los responsables locales. Tras las visitas y experiencias se procede a una puesta en común, por ejemplo, con los mediadores laborales “para proponer posibles mejoras, siempre en lo que humildemente podamos aportarles, claro”, refiere la vocacional trabajadora social malagueña. Por su parte, Rosa Mª tira de memoria y cita a pie juntillas los desplazamientos realizados -“a la zona Sur, la localidad de Barahona, y a diferentes ciudades como El Seibo, San Pedro de Macorí, el Naranjal...
(0,89 MB)”, dice- y lo que han observado “viendo cómo desarrollan la rehabilitación, cómo ayudan a las personas ciegas, y no sólo con atención directa sino también económicamente, para salir adelante, para montar sus pequeños negocios”.
Gratificante les ha resultado también comprobar lo habitual que es allí formar a personas ciegas como masajistas para trabajar en clínicas privadas o en empresas públicas. “Está siendo una iniciativa clave de salida laboral desde el Patronato Nacional de Ciegos; dedican gran parte de su esfuerzo, su personal y sus recursos a formar a masajistas precisamente para darles esa opción porque tienen acuerdos con clínicas y otras empresas donde colocarles”, explica Natalia con detalle (0,41 MB). Y es que lo han visto con sus propios ojos...
Así, nos cuentan cómo incluso determinados hospitales requieren a masajistas ciegos para atender a enfermos oncológicos o para atender a los propios profesionales médicos para relajarse y evadirse en su tiempo de descanso. Igualmente relatan cómo en las áreas rurales tanto de Barahona como de Santo Domingo contactaron con personas ciegas dedicadas a las tareas del campo, labrando la tierra, sembrando... y en las que la persona ciega se las apaña como uno más de la familia para sacar provecho a la cosecha o para atender su propio huerto de cara al autoabastecimiento. Un marco en el que la autonomía personal es la autonomía familiar, en la que el trabajo en equipo se saca adelante sin titubeos ni discriminaciones... donde todos juegan y tienen su papel al unísono en pequeñas comunidades rurales. “Son actividades agropecuarias que cuentan con microcréditos del Patronato”, nos comentan (1,02 MB).
Entre otras acciones laborales observadas está la del ciego que sazona pescado y lo vende, el que gerencia una granja de pollos o el que está al frente de una ferretería... “En estos casos, no es que el Patronato impulse estas salidas laborales, sino que los apoyan económicamente esos negocios si se ven viables, entendido en aquel contexto y situación, claro”, matiza Natalia. Mención especial merece la ingeniosa creación de suapes (una especie de fregonas para el suelo) elaboradas allí por personas ciegas, con gran demanda y acogida a escala nacional, según constatan (1,81 MB). “Allí son muy cotizados, con lo que está suponiendo una importante salida laboral”, nos relatan las voluntarias de FOAL.
Y es que son realidades muy diferentes a la nuestra, con ritmos de vida ajenos ya a la actual Europa, donde un “enhebrador o aguja de ojo ciego” es un lujo “muy deseado ya que lo utilizan habitualmente para coser”.
Con una población de personas ciegas muy dispersa, sobre todo en las zonas rurales -no se cuenta con cifras oficiales bien contrastadas entre las muchas asociaciones existentes sin centralizar-, la accesibilidad física es una traba importante, con calles sin pavimentos, desbordamientos de ríos sin encauzar... La rehabilitación y el uso del bastón blanco son así entendidos allí de otra manera. “Se habla mucho de rehabilitación basada en la comunidad”, nos comparte la especialista madrileña, aunque asentada en Valladolid, Rosa María.
De España les llevaron material básico de todo tipo para la vida diaria, muy utilizado en nuestro país por las personas ciegas (peladores de patatas, bastones, enhebradodores, plantillas de silicona para hacer planos rápidos y hojas de plástico para relieves, etc.), aunque reconoce Rosa que poco van a usar los bastones con punta redondeada movible cuando no cuentan con aceras donde posarlos... “El pavimento no es llano sino en general irregular y por eso llevan una puntera generalmente fija, además no deslizan el bastón todo el tiempo...”, nos explica con entusiasmo (0,62 MB)comparando con la realidad que ella tan perfectamente conocía hasta el momento..., en España.
Y es que se les han grabado en el corazón la experiencia, los sentimientos a flor de piel que aquí han compartido tras experiencias como conocer a “la señora Reina”, una anciana con más de 70 años, que cocinaba su puchero de verduras ‘a ciegas’ y que también cosía; o Israel, periodista ciego que gestiona su propia emisora de radio local; o a Inocencia, masajista ciega, a quien regalaron un bastón blanco... “Un concepto que se repitió mucho y habla de su actitud es que se llaman así mismo multiplicadores. Son multiplicadores porque cada persona que estuvo allí y tuvo la oportunidad de hablar con nosotros y aprender algo más o conocer algo más... lo que hace es contárselo a otros, multiplicarlo, comentarlo, explicarlo.... Son multiplicadores y me encanta porque refleja un compromiso de que todo lo que aprenden lo comparten con otros, ¡vaya!, se lo enseñan a otros”, concluye Rosa (1,33 MB). Un lujo ¡sin duda!: estar y compartir. Volveremos a vernos.
Genoveva Benito