Plantar cara al coronavirus desde las aulas
Si hay una seña de identidad que ha caracterizado el devenir de las personas ciegas en nuestro país ha sido su determinación para afrontar las dificultades (las genéricas y las específicamente ligadas a su discapacidad visual) desde el sentimiento de ‘ser capaces’ de vencerlas, haciendo bueno el dicho de que, “como no sabían que era imposible..., lo consiguieron”. Desde la creación de la ONCE, va a hacer ahora 82 años, tal máxima se ha convertido en paradigmática, convirtiendo a la entidad en una referencia internacional como agente social de inclusión de la discapacidad. Y el ámbito educativo es un ejemplo que ilustra como pocos esta realidad, con un índice de ‘fracaso escolar’ de los niños afiliados de en torno al 5% frente al 17% de la población escolar general en España.
Ahora, los 7.300 alumnos españoles con discapacidad visual, niños y niñas y jóvenes afiliados a la ONCE, afrontan un nuevo reto y de gran calado: la pandemia de la covid-19 y las normas de higiene y distanciamiento que ésta ha impuesto multiplican sus dificultades de manejo cotidiano en el conjunto del entorno educativo. Afecta a algunos aspectos clave de lo que es su acercamiento a la realidad, y por tanto al aprendizaje, en especial en cuanto tiene que ver con el tacto. En definitiva, estos pequeños alumnos plenamente integrados junto a sus compañeros sin discapacidad en las aulas de miles de colegios de todo el Estado abordan una vez más un enorme desafío. Y lo hacen asentados sobre sus propias fortalezas: la contrastada vocación inclusiva del sector educativo español; el sistema de apoyo que les atiende, compartido por entregados profesionales de la Administración y de la propia ONCE; y -sobre todo- la resiliencia de estos pequeños niños y niñas afiliados, cuya entrega e ilusión se ve acreditada por su general éxito académico como prueba de su capacidad de sobreponerse a cualquier contratiempo.
Objetivamente, los escolares ciegos van a encarar un curso complicado en todos los ámbitos. La distancia social exigida, las normas de higiene y, en concreto, la limitación de las relaciones táctiles complicarán aún más su acceso a los contenidos curriculares. Además, tales circunstancias condicionan sus posibilidades de relación personal con profesores y compañeros de clase, e -inevitablemente- en más de un caso generarán posibles ‘miedos’ al acercamiento a los demás o a un eventual rechazo...
Muchos factores que conforman, como decíamos, un renovado reto, cuya resolución contará de nuevo con la ilusión y la capacidad de estos pequeños. Y con la ayuda imprescindible de esos 430 profesores y profesoras de los ‘equipos de apoyo educativo’, aportados por la ONCE y la Administración. Unos profesionales bregados también frente a cualquier dificultad y que se han preparado para abordar específicamente los problemas de los escolares ciegos ante el coronavirus. El resultado será de nuevo, no lo duden, otra encomiable historia de éxito.