María Jesús Cañamares: "Sin el braille no le veo sentido a la vida"
Con el relato ‘El braille: un puntazo en el confinamiento’, la novel escritora sordociega ha ganado el Concurso Europeo de Redacción sobre Braille 2020
Sensible y sorprendente. Nos comunicamos vía teléfono móvil, vocaliza casi a la perfección, a pesar de ser una persona sordociega... Lleva implantes cocleares desde hace cinco años y es ciega de nacimiento. “Yo nací ciega del todo, sin ojos. No tengo ojos, no sabemos el motivo... tengo la forma pero no el globo ocular. Luego fui perdiendo poco a poco la audición”, declara sin acritud (0,21 MB) María Jesús Cañamares Muñoz, de 57 años, natural de Jábaga (Cuenca) y flamante ganadora del Concurso Europeo de Redacción sobre Braille 2020. ‘El braille: un puntazo en el confinamiento’, su relato premiado, le ha llevado a los titulares en los medios de comunicación. Y ella ha mostrado y demostrado que el sistema de lectoescritura utilizado por las personas ciegas y sordociegas, claro, está más vivo que nunca. Así diserta sobre el avance tecnológico accesible y el sistema braille, en pleno auge... “No comprendo el porqué de la actitud de la gente por apartar la tecnología del braille cuando deberían ir de la mano; por ejemplo, en el caso de los sordociegos, el braille es el único vehículo por el que manejamos las tecnologías. Yo, ahora mismo, no podría manejar un móvil o un ordenador sin el braille... las dos cosas pueden ir de la mano perfectamente
(0,62 MB)”. Lo manifiesta con el conocimiento de quien lo sabe de buena tinta mientras desliza sus dedos, que recorren las líneas invisibles a la vista, por la hoja de papel grueso tan repleto de puntitos en relieve.
La sentida ausencia por falta de contacto debido a la pandemia del coronavirus, que invita a la soledad y al aislamiento, guía las ‘letras en braille’ de su trabajo premiado. Emotivo escrito repleto de recuerdos y sentimientos encontrados con tinte personal. Realiza y contextualiza su relato en los primeros y duros meses de confinamiento, en España, cuando a paso lento corría marzo, abril, mayo... y María Jesús, que convive con sus padres, andaba muy preocupada por la realidad circundante. Aún a fecha de hoy no esconde esa preocupación constante... Se recompone y señala que “al margen de todo esto, el premio ha sido un subidón grandísimo”. E insiste, con alegría y sinceridad, para puntualizar: “sí, un subidón muy grande este premio ¡de verdad! Con la pandemia estamos todos medio locos y desmoralizados. Yo lo he pasado muy mal sobre todo en la primera ola; incluso pensé desconectar todo, no quería más información ni de prensa, ni guasap... un horror que daba miedo (0,45 MB)”.
Entonces rescató vivencias casi olvidadas, buceó por el pasado y leyó con los dedos aquellos escritos viejos guardados en un baúl... y cobraron renovada vida con ‘El braille: un puntazo en el confinamiento’, un relato repleto de anécdotas
(0,03 MB). Una inspiración que achaca, quizá medio en broma-medio en serio, al inventor del sistema braille. “Claro, claro... Yo estoy segurísima de que fue Louis Braille quien me iluminó y me dijo: ¡Oye! ¿Por qué no coges esos libros y esas carpetas y repasas un poco todo aquello que tienes? La luz me la habría dado Louis Braille por mucho que cause risa pero creo que fue una inspiración de él
(0,42 MB)”. Sea como fuere María Jesús logró ver la luz del camino gracias al braille. También sentir el grato deseo de participar y ganar, de nuevo, el certamen europeo promotor de la utilización de este sistema de lectoescritura como herramienta de inclusión social, y demostrar al mundo que la discapacidad sensorial puede limitar pero no incapacitar. De hecho, la sordoceguera limita pero no incapacita. “Todos servimos para algo (...) Yo no puedo ser bombera y a eso no voy a aspirar como tampoco a ser piloto pero sí puedo ser copista de libros, transcriptora de braille, correctora de algún periódico o revista... muchísimas cosas. Entonces de discapacidad nada... Soy una persona limitada porque la sordoceguera es verdad que te limita pero no te incapacita”, argumenta con aplomo
(0,66 MB). Asimismo reconoce sus primeras dificultades de aprendizaje, en un colegio de monjas en Valencia. “Escribir no me costó nada pero leer ya fue otra cosa. Las líneas separadas muy bien pero las juntas... yo tocaba una hoja llena de puntos y decía: ¡vale! ¿qué línea me toca? Estaba perdida... lo que pasa es que tengo buen tacto y como he leído tanto tengo una soltura bastante buena”, comenta. Y con infinito amor refiere cómo su padre siendo ella muy pequeña, le regaló un alfabeto braille marcado en cartulina y despertó su interés por aprender. Le dijo ya entonces...“Si así escriben los ciegos yo también soy ciega y quiero escribir”.
Tras su paso doloroso por el centro valenciano donde comenzó a perder el sentido del oído, a raíz de haberle inyectado una vacuna antigripal, continuó su formación educativa en el CRE ‘Espíritu Santo de la ONCE’, en Alicante. De esa etapa estudiantil guarda un bonito recuerdo del colegio de la ONCE “con profesores estupendos como no los he visto en ningún otro sitio”, dice. En su haber literario cabe citar la publicación del libro ‘Relatos y Punto’, amén de galardones a diversos relatos. Siempre escritos en braille, claro. “Si no puedes saber si estas tomando un analgésico o una pastilla de la tensión, si no puedes saber qué hora es, si no puedes leer un libro, si no puedes escribir ¿Qué sentido tiene la vida? Mi vida es el braille... Sin el braille no le veo sentido a la vida”, concluye (0,40 MB).
Genoveva Benito
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