José María Viera: "Estamos acostumbrados a transformar las barreras en oportunidades"


De su mano corre la dirección ejecutiva de la Unión Mundial de Ciegos, alma mater que une a 190 países con el reto de la inclusión de las personas ciegas
Y es que la pandemia por el coronavirus ha impedido el abrazo, el contacto personal pero no ha podido evitar la comunicación masiva, en línea, de más de 4.000 personas ciegas de todo mundo. “Hemos encontrado la forma de superar esa barrera y hemos transformado el encuentro en un hecho sin precedentes... gente que se conecta desde Tailandia, que son las doce de la noche, y desde la Costa Oeste de Estados Unidos, que son las tres de la madrugada, o desde África o América Latina... Esa es la diversidad, eso es lo que somos los 253 millones de personas con discapacidad visual en el mundo”, apostilla (1,05 MB). Y pone el acento en la destacable organización de la mano del Grupo Social ONCE: “como miembro de la Unión Mundial de Ciegos
(0,33 MB) nos tiene acostumbrados a desafiar el destino. A plantar bandera donde nadie se anima a hacerlo, a ser pionero, a ser el innovador”.
Braillista de por vida, no falta en su mesilla de noche un buen libro como tampoco “un punzón y una hoja de cartulina, como decimos en ‘la Argentina’, para echar mano rápido y escribir braille”, dice. Y al hilo asegura que “esos seis puntos y sus combinaciones representan lo que somos”. Con cierta emoción recuerda su etapa infantil y cómo le gustaba “aporrear las teclas de la máquina braille, con mucha intensidad... (2,48 MB) esa máquina de metal pesada, para escribir las letras”. La tecnología accesible y el braille combinan a la perfección y José María Viera lo constata cuando disfruta de un libro hablado o bien accede, gracias al Tratado de Marrakech, a bibliotecas digitales.
Familia, educación y cultura han jugado siempre a su favor. Y sí, claro, nada se consigue sin esfuerzo y él lo sabe bien. Incluso ganó una beca que le llevó, en plena adolescencia, a estudiar en Canadá, comenta. La buena predisposición por aprender y la facilidad con los idiomas le hizo decidirse por la licenciatura en Relaciones Internacionales como carrera de Grado y se especializó en Cooperación Internacional y Derechos Humanos. De hecho, ha sido asesor del Comité de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, entre otras responsabilidades, y complementó formación con una Maestría en Administración del Desarrollo por la Universidad de Turín (Italia). Bagaje que le ha venido como anillo al dedo en su labor en la UMC. “Para mí la Unión Mundial de Ciegos representa mucho más que un trabajo; he encontrado la combinación casi perfecta -o al menos que yo adoro- pues intento ponerle la pasión necesaria, todos los días, entre combinar el ejercicio profesional y el compromiso personal”, explica sin acritud (0,64 MB).
Cambiar a mejor, con la inclusión por bandera, la vida de las personas ciegas de las seis regiones que componen la UMC - África, Asia, Asía Pacífico, Europa, América Latina, América del Norte y el Caribe- no es pecata minuta. José Viera no cree en utopías pero sí en la constancia y el trabajo diario para sumar y multiplicar acciones encaminadas a “intentar cambiar la vida de las personas con discapacidad para ser más incluidas. Y me siento muy contento de poder ejercer mi profesión porque al mismo tiempo lo hago por una causa que es la mía como persona ciega”. Porque, está meridianamente claro que “si uno entiende de lo que necesita el prójimo creo que el camino, al menos la mitad del camino, está recorrido”.
Y se le llena la boca de alegría cuando habla de su familia, el pilar básico para crecer en emociones, sentimientos, seguridades... “en mi niñez y adolescencia tuve esa familia fantástica que estaba muy convencida de mi inclusión”, afirma. Si bien reconoce “¿qué padre está preparado para ser padre, en general, y más en particular para ser padre de una persona con discapacidad?”. Aprendizaje y apoyo a la familia, con servicios sociales que palíen las circunstancias, es parte del trayecto hacia una educación inclusiva desde los cimientos. Aun así, es imposible evitar la falta de empatía, ignorancia o pésimos conocimientos de las capacidades de las personas ciegas. En carne propia lo sufrió Viera siendo un niño y, no tan lejano en el tiempo, de adulto.
Ser ciego no es fácil y te señalan con el dedo, te discriminan... “se me vienen a la mente muchas de esas circunstancias, muchas de esas situaciones. Me acuerdo cuanto tenía once años y un profesor de dibujo me dijo que para qué iba a entrar a clase si yo no dibujaba... Claramente es una de las expresiones más crueles de la discriminación”, refiere y continua, sin pausa, el relato de sus experiencias (4,19 MB). Como cuando quería entrar “en un colegio muy prestigioso en mi ciudad y había que hacer un examen de ingreso y ese examen no estaba preparado porque no era accesible. Y las autoridades de ese colegio no podían entender, no podían comprender -dice- que una persona ciega quisiera entrar en ese centro”.
Los derechos aplicables en igualdad de oportunidades se ven restringidos o no se cumplen en demasiadas ocasiones. Escuchar frases como “para qué vas a estar si no lo puedes hacer”, “no lo hagas, quédate quieto” o “ya lo vamos a hacer por vos” delatan discriminación sin paliativos. Es más, hace cuatro días, como aquel que dice, y con la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en la mano, se las vio y se las deseo para ser testigo de casamiento de su mejor amigo. “El registro civil se negaba a que yo pudiera como persona ciega dar fe en calidad de testigo; recuerdo que armado con la Convención y con mucha convicción de que era necesario cambiar, trabajamos y trabajamos hasta conseguirlo. Y el mismo registro civil sacó una resolución no solamente dejándome ‘a mí’ ser testigo sino reconociendo que las personas con discapacidad visual podíamos testificar algo ‘tan caro para los sentimientos’ entre dos amigos, como es acompañar en ese momento especial de cualquier persona”, apostilla.
Sea como fuere, la felicidad plena para él se llama Elena, su hija de 3 añitos, y su esposa Rosana. “Ellas son las que me permiten estar vivo, en el sentido de poder disfrutar plenamente de la vida”. Y seguirá en la lucha, desde la UMC, por la inclusión total de las personas ciegas convencido de que “estamos muy entrenadas en transformar las barreras en oportunidades”, concluye (0,52 MB).
Genoveva Benito