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Raquel Alba: "La sordoceguera es invisible y nuestra labor es darle visibilidad"
Es la flamante responsable de la coordinación de la Unidad Técnica de Sordoceguera de la ONCE
Normalizar con aptitud y actitud, claro. Sabe bien de lo que habla cuando apunta otras maneras de comunicación no verbal, tan válidas para entenderse con las personas hablantes y asimismo relacionarse con el entorno, si eres una persona con sordoceguera. Y es que la aragonesa Raquel Alba Martín, de 37 años, lo tiene meridianamente claro: comunicar con el otro es cuestión de voluntad y conocimiento.
Acaba de ser nombrada coordinadora de la Unidad Técnica de Sordoceguera (UTS), en la ONCE, y anda feliz con su equipo y responsabilidad. “Solo llevo tres semanitas y la verdad es que hay muchas cosas que dependen de nosotros; cuento con un equipo maravilloso, compañeros que llevan años trabajando y conocen ‘mejor que nadie’ la sordoceguera y lo que se hace por los afiliados sordociegos en la Organización”, declara con entusiasmo y ganas por hacernos llegar, de forma directa, (0,56 MB) su respuesta verbalizada. Y es que Raquel está condicionada por la sordoceguera, aunque mantiene su expresión oral entendible y conserva un resto visual aprovechable, que le permite ver o seguir la lengua de signos de la mano de Miriam, la guía intérprete o ‘puente comunicacional’ durante la entrevista. Un apoyo, sin duda, cuando surgen las dudas de expresión por no tener la misma identidad comunicativa, entre una persona hablante y (otra persona) sordociega. Y fluye la conversación, a pesar de las impertinentes mascarillas, que nos tapan la mitad del rostro e impiden ver la sonrisa, que se intuye con gestos y la mirada brillante de los ojos.
Arranca el trayecto echando la vista atrás. “Mi historia es un poco larga; nací sorda, con el síndrome de Usher, y muy pronto empecé a tener problemas de visión por la retinosis pigmentaria…”, afirma sin paliativos (0,29 MB). “Me acuerdo perfectamente cómo a los 6 años me sentía diferente porque no veía bien y cómo en mi época universitaria se agudizó la ceguera nocturna y me afilié a la ONCE”, continua así un relato salpicado de signos y datos, que nos deja entrever su infancia,
(0,76 MB) también con el despertar a la audición. “Llevo un implante coclear. En mi época no había muchos niños con implantes, de hecho, yo fui la primera niña implantada en Aragón”, refiere sin detenerse demasiado en más detalles. Entiendo que la carrera de fondo ya había comenzado tiempo atrás.
En Zaragoza estudió Magisterio de Educación Especial y, tras un año sabático, acabó perfilando su camino universitario con Psicopedagogía. Implicada desde siempre en tareas de voluntariado, Raquel ha compartido su formación como profesora de Lengua de Signos para colaborar e impartir su saber en colegios de niños y jóvenes con discapacidades, incluso en la universidad, o en entidades o centros de niños con autismo.
Y el amor llamó a su puerta… sin avisar. “Me enamoré de un chico vasco y me fui a vivir al País Vasco”, dice, (0,11 MB) y se le ilumina la cara. Cambia de página en la trayectoria vital… En contacto directo con la ONCE, desde su afiliación con la mayoría de edad, ha estado al tanto de convocatorias y actividades. Y es que el mercado laboral no ofrece grandes oportunidades y menos aún si presentas la discapacidad por sordoceguera. A ello se le sumaba la dificultad por no hablar euskera, un requisito que le frenó para opositar como maestra. “Entonces empecé a buscar otras salidas laborales mientras daba clases de Lengua de Signos como profesora pero sin ser un trabajo estable porque dependía de un contrato de servicios”, explica.
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