María del Carmen Barranco: "No quería usarlo pero ahora voy a todos los sitios con el bastón blanco"
Vive la solemnidad de la procesión del Santo Entierro y conoce ‘a ciegas’ las tallas religiosas, en Almería
Mujer de fe. Reza en silencio mientras recorre con las yemas de los dedos el rostro de Cristo y observa su mirada, lupilla en mano, a muy corta distancia de la imagen santa. María del Carmen Barranco Jiménez, de 65 primaveras, natural de Ohanes (Almería), acaba de disfrutar de la Semana Santa ‘sin ver’ gracias a las actividades inclusivas de la ONCE. Emoción y devoción (1,78 MB)
Sensibilidad a flor de piel cuando vibra también su voz mientras echa la vista atrás y se detiene en aquel día, el 17 de abril de 2017, que le “encandiló el sol” y dejó de ver como lo había hecho hasta entonces. “Yo he visto toda mi vida bien pero siempre con gafas. Hace ahora seis años que me encandilé con el sol de la mañana y… ¡No veo!”, declara (0,45 MB) y apostilla: “Nada tuvo que ver el sol sino la degeneración macular la que me ha fastidiado un poco”. Poco o mucho, lo acepta con cierta resignación y, en tercera persona del plural, enumera algunas de las cosas que ha dejado de hacer. “Hemos renunciado a todo lo que nos gustaba, como ir en bicicleta, y no pasa nada; también a conducir, que me encantaba. En la vida hay que aceptar lo que el Señor te va mandando y lo importante es que tú lo sepas asimilar y llevar de la mejor manera posible”, afirma sin acritud
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Le quita hierro al asunto de la ceguera donde la fe constituye gran parte de su refugio y la ONCE se convierte en su Casa. “A la ONCE (2,79 MB) la considero mi segunda familia; se desviven en programar actividades para que me encuentre cada día un poquito mejor y esté distraída. Estoy aprendiendo a leer en braille, que es un método muy bueno, pero se me da fatal porque soy de pellejo duro”, declara risueña. Agradecimiento por todo, por tanto… “no quiero dejar pasar que me llamaron muchas veces durante el confinamiento por la pandemia, un día sí y otro también, por si tenía alguna necesidad para enviarme algún voluntario; estoy muy agradecida”.
Y es que los servicios sociales de la ONCE están al alcance de la mano de las personas ciegas o con discapacidad visual grave, con procesos de rehabilitación, medios y recursos que facilitan incluso el aprovechamiento de un mínimo resto visual. Con el bastón blanco, María del Carmen ya se maneja con soltura pero le costó su tiempo, claro. “No quería llevarlo y ahora estoy muy contenta porque me siento muy segura. Me solté y voy estupendamente a todos los sitios con mi bastón blanco”, dice. Tampoco suelta para nada una pequeña lupa o lupilla, agarrada en una cadena, facilitada por la ONCE. Le ha servido para descubrir, con minuciosidad, la talla religiosa de nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto, durante la reciente visita a la Cofradía de Estudiantes en Almería.
Tampoco le quita ojo, con la lupilla, a los puntitos en braille que tanto le cuesta percibir al tacto. “Los leo bien con la lupilla, con el poquito resto que me queda en el ojo derecho porque el izquierdo está en negro, con tanta infiltración que me pusieron”, declara dicharachera. “Sin la lupilla no veo nada, es un bulto todo. Y la yema de los dedos… como te he dicho -¡no te rías! que es verdad- soy de pellejo duro y mira que me pongo bastante crema por las noches”. Fragmento de conversación donde María del Carmen habla de su bastón blanco, de la lupilla que utiliza para ver braille y de sus creencias religiosas (5,19 MB)
De convicciones profundas. La religión católica, que ha mamado desde su más tierna infancia, tiene todas o casi todas las respuestas en su trayectoria personal. “A mí me han salido los dientes en la Iglesia. Mis padres y sobre todo mi padre, que en paz descanse, decía… ¿A quién ha salido la niña?”. Y María del Carmen, con nostalgia, sonríe por tan entrañable recuerdo. Es la tercera de cuatro hermanos -“dos chicos y dos chicas”, apunta- y ella fue de las primeras monaguillas en su pueblo, “en Ohanes, provincia de Almería; el pueblo alpujarreño, segundo en el mundo y primero en Europa, con certificado ecológico. Y es muy bonito”, comenta con merecido orgullo.
Tiene arraigada vocación de servicio. Junto a sus confesores espirituales encontró la apertura de las puertas de la fe. “He recibido mucha formación, a través de la Escuela de Catequistas o del Instituto de Ciencias Religiosas de Teología en Córdoba”, comenta. Con 13 años ingresó en el internado del ‘María Inmaculada’ (en Almería), en su escuela profesional de la congregación de las religiosas. Cursó FP y se inició en el prenoviciado con miras a ser monja. No cuajó de futuro… “después de dos años de formación, vivencias y demás vi que no era para mí; fuera de la Congregación podría ayudar a más personas, pensé, y tomé la decisión de servir sin hábito”, confiesa.
En calidad de contable, en la empresa privada, arrancó su trayectoria laboral y anduvo de gerente en la Asociación de Empresarios e Instaladores de Almería. Tras un periodo en el paro, que aprovechó para seguir formándose, trabajó como ‘administrativo de dirección’ en una empresa pública de la Junta de Andalucía. Desde mayo de 2018 es afiliada a la ONCE. “Me encuentro muy a gusto porque nos ayudáis y os preocupáis por nosotros y todos somos parte de esta gran familia”, concluye (0,33 MB).
Genoveva Benito