Sevdije Jusufi & Diego Pérez: “La ONCE es mi familia”
Dos de los 22 mejores vendedores del año 2022
Ilusión y emoción... inolvidables. Homenaje y reconocimiento, en Madrid. Sentimientos compartidos, historias que se cruzan. Cercanas y diferentes todas pero unidas ‘a pie de calle’ como la del gallego Diego Manuel Pérez Pérez o la de Sevdije Jusufi Ramadani, de origen kosovar. Flamantes centinelas de la ilusión, agentes vendedores de los productos de juego responsable de la ONCE, en Pontevedra y Málaga respectivamente.
Nervios a flor de piel, el día previo del viaje al centro de la capital. Mariposas en el estómago, ambos coinciden en idéntica sensación. No se conocen en persona aunque ha corrido la voz de quienes son los protagonistas, este año, de la Gala anual que rinde homenaje a sus 22 mejores vendedores, procedentes de las 17 Delegaciones Territoriales y 5 Direcciones de Zona de la ONCE. Elegir nunca es fácil, claro. Y más cuando se trata de tan imprescindibles trabajadores, que constituyen el grueso de una plantilla con más de 19.000 compañeros y compañeras con discapacidad 'a pie de calle'. De ahí que para Diego y Sevdije ‘ser elegidos’ en su demarcación ha sido una grata sorpresa.
“Me sentí muy feliz y orgullosa”, dice Sevdije (0,19 MB) y reconoce haberse quedado “en shock” al recibir la noticia de la Dirección de Zona de Málaga. “Cuando me dijeron ‘que soy la mejor vendedora’ pensé: ¡imposible! es una broma. Al principio no lo creí”, declara sin acritud
(0,63 MB). Ella es conocida en la malagueña barriada del Torcal, donde reparte la suerte desde hace poco menos de cuatro años, con el sobrenombre de Silvia. Más fácil de pronunciar a la hora de dirigirse a la flamante vendedora. Anda feliz con su buena suerte y prefiere no echar la vista atrás... El pasado se quedó en Kosovo, en el sureste de Europa. La parte más triste y dolorosa rompía en guerra o conflicto armado en aquel país (guerra de Kosovo, febrero 1998-junio 1999) siendo acogida como refugiada en España junto con su esposo. “Nadie sabe lo que es una guerra si no has pasado por esa situación. Nosotros pudimos escapar pero los niños no... Las bombas estallaban; nos separaron. Después de mucho tiempo conseguimos estar juntos otra vez”, explica ‘a tirones’ mientras tiembla. Casi puedo sentirlo. Fragmento donde habla de la guerra de Kosovo
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Corría 2001. Y sus cinco hijos se quedaban por el camino de la huida. El tiempo fue muy lento hasta el reencuentro. Nada es para siempre. Y la vida se abre camino... La alegría de contar ya con 5 nietos hace vibrar su voz, al otro lado del hilo telefónico. Es una abuela joven. Ha cumplido los 60.
Ser elegido. “Flipé, flipé... no lo esperaba”, comenta Diego, al hilo de la cuestión de marras ¿Cómo recibiste la noticia de ser elegido...? Él habla rápido. Le falta tiempo, parece. “Entre tantos vendedores, porque somos muchos, que se hayan acordado de mí lo valoro aún más”, apunta con cierta emoción
(1,08 MB). Y es que ser ‘centinela de la ilusión’ le devolvió a su tierra natal, Galicia, tras hacer alguna que otra incursión laboral -en la práctica de tareas de psicología- en la ciudad andaluza de Málaga. Va camino de los seis años como agente vendedor en O Grove, un paraíso gallego con playas de arena fina y aguas cristalinas. A poco más de 40 kilómetros dista de Vilagarcía de Arousa donde él nació en 1982.
Desde chaval es afiliado a la ONCE. “Estuve yendo a aprender braille en séptimo de EGB, por las tardes, al colegio de la ONCE en Pontevedra. Ese es el primer recuerdo que tengo; y me enseñaron a usar telelupas y otras ayudas ópticas”, comenta sin grandes detalles (0,64 MB). Leer sin gafas era imposible y sumaba a ello la telelupa... “y mucho mejor”, dice. Remató estudios y accedió a la Universidad de Santiago de Compostela donde curso Psicología. Ejerció, sí, en una consultora de inserción laboral pero no cuajó en aquel trabajo. Le mataba el tiempo en oficina, con tanto ordenador y papeles todo el día. “Estoy mil veces mejor trabajando en la calle sin estar todo el rato forzando la vista”, apunta con pleno convencimiento.
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La situación de Silvia hasta llegar a la venta pasa por el reconocimiento de la discapacidad sobrevenida, a causa de graves problemas respiratorios y los efectos secundarios de un tratamiento por cáncer en su país. La facilidad para aprender idiomas -habla perfectamente alemán así como el serbocroata o albanés y el serbio, entre otros- le abrió las puertas en su inclusión laboral en España. Y enseguida se hizo con la fonética del idioma español. “Nada más que yo llegué, empecé a aprender vocabulario para conseguir un trabajo”, señala en casi perfecto orden gramatical. Más que suficiente para arrancar periplo laboral como empleada del hogar.
El diseño de moda junto al dominio de la costura, que tantas gratificaciones le aportó en Kosovo mientras se mantuvo ‘a flote’ su negocio familiar, le supuso dar un paso más y trabajar en una conocida firma de moda malagueña. Políglota y con el don de la palabra también ha hecho de traductora con la policía nacional y en los juzgados. Todo su saber y bien estar lo aplica, sin demora, como flamante centinela de la ilusión de la ONCE. Ni qué decir, conoce ‘al dedillo’ todos los productos de juego... y los ofrece con innata simpatía y talento. “Estoy muy contenta en este barrio donde vendo porque me conocen todos y ahora son mi gente”, declara feliz. (0,91 MB) Comprometida con su labor no ceja en el empeño hasta cumplir con su objetivo diario de venta. “Trabajo en la mejor empresa mundial y son mi familia”, concluye con franca satisfacción
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De bien nacido es ser agradecido y Diego no se queda a la zaga. “Todo lo que tengo y soy es gracias a la ONCE. A veces lo pienso y digo: si no llega a ser por la ONCE...” Probó suerte en otras paradas laborales, claro. Y nunca se sintió como en su Casa. Está “muy contento y orgulloso de todo”, dice. (1,26 MB)
Activo y dicharachero cien por cien, se gana la confianza de todos sus clientes que se convierten en amigos. Se mueve como pez en el agua por su área de influencia, en la plaza de O Grove y en el recorrido por restaurantes y más de treinta bares. “Tengo un sitio muy guay para vender, te lo prometo. Esto es un pueblito marinero y la gente es muy auténtica... todo el mundo te habla y te cuenta sus cosas”, relata con inmenso cariño (0,69 MB).
Declara haber sido buen estudiante aunque le costó seguir las clases en la universidad hasta que se hizo amigo de una compañera, que le pasaba los apuntes y trabajos por el ordenador. “Yo siempre aprobé en junio, pero con la carrera empezó a complicarse la cosa...”. La bohemia y despreocupación iban con la edad universitaria. Eso sí, “cuando tenía que estudiar... me ponía a muerte y estudiaba”, asegura. Sea como fuere, hoy por hoy su sentido de la responsabilidad y perseverancia brillan en su día a día. La empatía hacia su entorno y la amistad son su tarjeta de presentación. Porque... “Si tú estás alegre transmites alegría y nosotros repartimos ilusión”, argumenta la reflexión (1,00 MB).
Genoveva Benito