Mía Antonella Crespo: "Tengo pegatinas con puntitos braille"
Con cuatro años, afiliada a la ONCE desde bebé, toca el cajón flamenco a ciegas
Risueña y despierta. Lleva en sus genes el sentido del ritmo gaditano. Luz y alegría suenan al compás, que marca con las manos, en el instrumento de percusión ajustado al tamaño de la pequeña Mía Antonella Crespo Destri.
Mía Antonella Crespo Destri tocando el cajón flamenco (0,45 MB)
“Mi hija es puro arte”, dice con orgullo Óscar, el padre de la criatura. “Tiene un soniquete y unas manos increíbles, le sale del alma”, asegura. (0,39 MB) Y le puede la emoción. La madre, Celeste, toma la palabra, y pone en valor el papel paterno en tal proceso creativo. “Yo soy arrítmica total, el padre es quien tiene ritmo”, apunta sin acritud.
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La destreza de Mía bien podría tener su origen desde la cuna, con cierta explicación medio lógica. “Creo que todo empezó cuando era chiquitita, se dormía sobre mi barriga mientras le marcaba ritmito flamenco, a través del pañal”, dice (0,95 MB)y ambos comparten opinión. Indiscutible parece ser también el excelente oído de la niña, con facilidad para imitar cualquier sonido con el juego de las manos. Todo suma, claro. Y, poco a poco, crece la artista.
Nació ciega... o no. Les surge la duda. Domina el silencio. Ilusionados por su llegada nunca imaginaron que su bebita podría tener una discapacidad. La respuesta visual y el seguimiento con la mirada, en el caso de Mía, brillaba por la ausencia. Tomaron consciencia de ello pasados unos meses e hicieron las pertinentes consultas médicas. “El pediatra nos derivó al oftalmólogo y enseguida vieron que no tenía ninguna respuesta a la luz... Y empezó todo el proceso (0,73 MB)”, relata Celeste. También el de aceptación por parte de la familia, con la afiliación a la ONCE.
Sentimientos encontrados afloran. El camino nunca es fácil. Hasta los seis meses anduvieron prácticamente a ciegas, sin saber qué camino coger, a pesar de venir observando que a la benjamina no le molestaba la brillante luz del sol. “Con dos meses yo sabía que algo pasaba, pero la pediatra nos decía que hasta los seis se están desarrollando los ojitos”, rememora Óscar al filo de la emoción (0,92 MB). Sea como fuere, la realidad se impone con intuición o sin ella.
Los servicios de atención temprana, en la ONCE, se movieron con rapidez. “Desde el minuto uno nos recibieron con los brazos abiertos”, afirma Celeste. “Hemos tenido mucha suerte tanto en guardería como en el colegio; la ONCE está siempre ahí para guiarnos”, dice con gratitud. (1,53 MB)
Los amantes padres no son primerizos en la labor de la crianza de hijos. “Somos familia numerosa; somos nosotros dos más cuatro -con Mía- porque la peque tiene tres hermanitos más”, refiere con gran satisfacción (1,57 MB) el padre. Queda meridianamente claro que en esa casa siempre hay mimos y carantoñas para grandes y pequeños. A buen seguro, Mía se lleva la palma.
Al otro lado del hilo telefónico, la protagonista del relato se impacienta. “Tengo un cajón y tengo que aprovechar y enseñarte...”, inquiere Mía. Tal cual, muy resuelta y desenvuelta me pregunta si puede hablar ya. Y no puedo por menos que sonreír y responder: “pues claro que puedes hablar; ¿Qué prefieres, hablar o tocar el cajón?”. Es evidente que estaba decidida a hacer ambas cosas, y así fue, no sin antes contestar: “A mí lo que más me gusta es hablar con algunas gentes que quieran hablar conmigo por teléfono”.
Mía es todo un descubrimiento de simpatía. Arropada por mamá y papá anda pendiente de todo. Tras conversar con la madre, ella misma dice: “aquí está mi papá; yo quiero que hables también con él”. Y con la dicharachera niña fluye la magia. “Me gusta mucho jugar en el recreo y hacer carreras”, apunta del tirón. También nos comparte que tiene una caja registradora y le gusta jugar a ser cajera. ¡Vamos! lo habitual a tan corta edad de 4 años. La excepción es su facilidad para tocar con tanta maestría el cajón flamenco. Le pone tanta pasión que ya está perfeccionado su arte yendo a una academia de música.
Fragmento de conversación con Mía Antonella (2,65 MB)
De casta le viene al galgo. “Mi familia es flamenca. Nos gusta cantar, tocar las palmas, pero no tenemos ningún grupo. Lo hacemos por diversión y disfrutamos mucho el compás del tablón flamenco (0,32 MB). Y a Mía le gusta también, ha salido a mí”, verbaliza el feliz padre.
Pasito a pasito va haciendo camino la pequeña Mía. Mucho por aprender, recorrer y soñar... Casi todo por escribir. Los puntitos en relieve del braille los acaba de descubrir jugando. “Me enseñan con pegatinas los puntitos, dónde los tengo que poner y trabajando en eso estoy”, concluye risueña. (0,13 MB)
Genoveva Benito