GINO Y QUSSAY, DIVERSOS
El Parlamento español está cada vez más abierto en últimas fechas a cuestiones sociales que nacen de la ciudadanía. Y trata de dar cumplimiento y convirtiendo en ley, dando por bueno lo que la ciudadanía ya da por bueno, cuestiones que afectan a la dignidad de las personas. Hemos hablado de la reforma del Artículo 49 de la Constitución impulsada por el movimiento asociativo de la discapacidad para retirar el término “disminuido”; y ahora, hace unos días, el Congreso ha admitido a trámite una Proposición No de Ley (PNL), respaldada por 900 oenegés y 700.000 firmas de otros tantos ciudadanos españoles para regularizar hasta medio millón de personas extranjeras que viven en España -ya más de cinco años- prácticamente sin derechos. En paralelo, la ONCE sigue adelante, fortaleciendo su labor social, y pone negro sobre blanco algo que ya venía haciendo: extender su cobertura social a las personas ciegas residentes legalmente en España o con derecho de asilo.
Es, sin duda, un avance enorme de la dimensión social de la ONCE, que encaja con la evolución de un país cada vez más diverso e inclusivo. Es la normalización de una acción que la Organización venía realizando ya los últimos años (actualmente atendiendo a más de 600 niños y niñas ciegos de 60 nacionalidades y más de 100 adultos de 30 países diferentes); una acción que se incopora también en lo normativo, para ofrecer las máximas garantías y establecer un modelo de cobertura sin igual. Porque estamos hablando de una sociedad con muchos ciudadanos y ciudadanas extranjeros que conviven con nosotros y a quienes no solo queremos, sino que debemos apoyar en todo lo posible para hacer reales sus derechos más básicos.
Se abre el acceso a una cobertura integral que va desde los más pequeños a los más mayores, desde la necesidades más básicas como la educación o la escolarización a poder optar a un puesto de trabajo con garantías; desde poder leer un libro a contar con rehabilitación o mejorar las posibilidades de comunicación (piensen en personas con sordoceguera) que permitan el logro de una mayor autonomía personal.
A estas líneas asoma Qussay, un niño sirio que llegó huyendo de la guerra. Apenas un año después es uno más en el cole: la inclusión ha sido posible con el braille y la rehabilitación, con el aprendizaje de un nuevo idioma pero, sobre todo, con la labor de sus propios compañeros y compañeras del “cole”. Ellos sí que saben de inclusión -aún sin saberlo- y nosotros solo ponemos los medios humanos y físicos necesarios. Qussay es ahora un niño más, nada más pero, sobre todo, nada menos. O Gino, un joven peruano de 29 años dispuesto a comerse el mundo con su música pero, para eso, primero tenía que poder salir de casa. Ahora, de la mano de Bea, una técnico de rehabilitación de la ONCE, recorre los transportes públicos de Madrid con total soltura y está listo para estudiar, trabajar o todo aquello a lo que sus capacidades le puedan conducir. Sociedad diversa, necesidades diversas, cobertura diversa y cada vez más amplia para cada vez más personas, sobre todo quienes más lo necesitan, ampliando nuestro pulmón social, nuestra dimensión social. Bienvenidos Qussay y Gino.