NIÑO, MAESTRO, LIBRO, LÁPIZ…
Son muchos los filósofos, escritores, sabios y otras grandes figuras del conocimiento quienes han razonado y dado su opinión -a veces en sentencias y frases muy elocuentes- sobre la importancia de la educación en todos los ámbitos de la vida, en todas las materias y todos los momentos vitales, con especial incidencia en la infancia. Confucio, uno de los más citados, dejó escrito que “donde hay educación no hay distinción de clases”, esto es, la educación se convierte en una rotunda palanca de igualdad; muchos siglos más tarde, Nelson Mandela dijo que “la educación es el arma más potente para cambiar el mundo”, sin duda influenciado por la necesidad de provocar cambios sociales en su país y en el mundo en pro de la igualdad entre los seres humanos; y el más famoso de los presidentes de Estados Unidos, John F. Kennedy, destacó en uno de sus multitudinarios discursos que “un niño con falta de educación es un niño perdido”. Todos coinciden en lo mismo que dijo la más joven premio nobel de la historia, la pakistaní Malala Yusafzai, tiroteada por los talibanes: “Un niño, un maestro, un libro, un lápiz pueden cambiar el mundo”.
Y esta es la máxima que la ONCE y Grupo Social ONCE aplican en toda su acción educativa, no desde ahora, desde siempre. Un niño o una niña con discapacidad; una maestro o una maestra; un técnico en rehabilitación; un pedagogo; una experta en tecnología accesible; un libro accesible en braille o en relieve; un audiolibro; un ordenador que habla; una emisora portátil para seguir una clase; accesibilidad en un centro educativo; un programa informático adaptado que permite seguir una clase; ah, y un lápiz. Son herramientas de igualdad, de inclusión, de futuro, no solo personal, también colectivo, que ponemos a disposición del alumnado con discapacidad, del profesorado y de las familias para aspirar a ser iguales, desde la diferencia.
Nada hay que incluya más que la educación, el empleo y la accesibilidad; nada hay que sea más inclusivo que un niño ciego en un aula de primaria; una niña con discapacidad intelectual en una clase de ESO; un universitario que se mueve en silla de ruedas; o un estudiante sordo en un grado de FP. Es la manera de demostrar al mundo que, con un poco de colaboración y apoyo, todos aspiramos a ser iguales, de nuevo desde la diferencia, pero sobre todo, a ser iguales desde el acceso a los derechos y, desde luego, la educación es sin duda uno de los primeros, en el que ponemos todo nuestro empeño.
En estas líneas contamos cómo la ONCE o la Fundación ONCE trabajan cada día y no dudan en destinar una inversión importante para lograr que 7.300 niños y niñas ciegos vuelvan al cole como los demás, con las mochilas cargadas de ilusión y también con los materiales y el apoyo humano suficiente para seguir el curso; o que muchos chicos y chicas con discapacidad intelectual se acerquen a la universidad y demuestren que son muy capaces de lograr formación suficiente para desarrollar tareas que les permiten tener un futuro mejor. Para llegar a historias como las de Candela, una joven con discapacidad visual que ha sumado una nota de 13,92 sobre 14 para acceder a la Universidad; o Carmen, una mujer ciega, profesora, madre y capaz de manejarse en el mundo con total solvencia gracias a su formación y capacidad de esfuerzo, que ahora nos da conocer incluso en Instagram ¿Por qué no iba a hacerlo? Estamos convencidos de que -y acabamos con una cita de la novelista inglesa Charlotte Brontë- “los prejuicios, como es bien sabido, son más difíciles de erradicar del corazón cuyo suelo nunca ha sido barbechado ni fertilizado por la educación”. Pues eso.