EDITORIAL
Hawking: la luz incombustible de un icono
El pasado 14 de marzo y mientras dormía, se apagó la vida de Stephen Hawking, en su adorado Cambridge (Reino Unido), el marco universitario en el que surgieron de su mente privilegiada y de su reconocida e innata ‘intuición científica’ algunas de las teorías más revolucionarias de las últimas décadas en los campos de la física y la astrofísica. Hawking tenía 76 años y llevaba más de medio siglo (desde los 22) diagnosticado de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), rompiendo todas las previsiones -respecto a esperanza de vida para una persona con esta afección- y echando por la borda los prejuicios que rodean a las ‘capacidades diferentes’, de cuya muestra se convirtió en icono cuando expresó que la discapacidad física no debe implicar mayores limitaciones a la persona, “siempre que su espíritu no esté discapacitado”.