Todos en sus puestos
La grandeza de una institución no se circunscribe (o al menos no sólo) a sus logros materiales, coyunturalmente expuestos -tantas veces- a las eventualidades más diversas. Antes que un puro balance material, éste pasa por valorar su capacidad de respuesta, la disposición de sus miembros a la hora de responder a las responsabilidades y tareas que cada etapa plantea, la determinación y vocación de servicio de todos y cada uno para la consecución de una causa común. Estos días, la ONCE está sometiéndose, nuevamente, a ese ejercicio de renovación de cargos en toda su estructura estatal que pasa por la selección de ‘los mejores’, no ya por su genialidad o currículum personal, sino por su adecuación a las necesidades planteadas en cada uno de esos puestos de responsabilidad. Sin olvidarnos de quienes, durante estos cuatro años, han dado lo mejor de sí para ofrecer su esfuerzo y sacrificio en el bien común de una Organización cuyo objetivo son y serán siempre las personas.
Llevar a cabo esta tarea cada cuatro años, adecuándose progresivamente a los nuevos tiempos, incorporando los más avanzados criterios inclusivos y de igualdad de oportunidades, respetando máximas como la paridad de géneros, es probablemente la clave de la capacidad de adaptación de la entidad a unas circunstancias tan complejas como las que ha traído de la mano la globalización de la sociedad y de la economía moderna, o el paralelo boom tecnológico. Circunstancias que se proyectan sobre todos y cada uno de los sectores sociales, pero que inciden con agresividad multiplicada en relación con colectivos especialmente sensibles como son las personas con discapacidad.
En ese enrevesado contexto, la ONCE ha continuado a pie de obra durante 80 largos años. Los últimos, marcados por una auténtica batalla tecnológica, convencida de que sólo la reivindicación de la accesibilidad, y la complicidad con los principales agentes del entorno digital, con el propio Bill Gates a la cabeza, podía librar a su colectivo de la pérdida de un tren cibernético que circula a la más alta velocidad. Y lo que parecía imposible se ha logrado; con todos los matices, y con la necesidad de mantenerse permanentemente alerta, las personas ciegas y con otros tipos de discapacidad van consiguiendo incorporarse a los últimos avances tecnológicos y aplicarlos a su desarrollo profesional, personal, cultural y de ocio.
Mantener firme ese rumbo exige un entronque financiero sano y seguro, que el Grupo Social ONCE viene consiguiendo también consolidar, no sólo a través de su acción comercial en el mercado del juego sino también con la consolidación de un grupo empresarial que es ya ejemplo, dentro y fuera de nuestras fronteras, como agente de la economía social. Y para tan arduo reto necesitamos a los gestores más adecuados y dispuestos a responder con toda la determinación que su responsabilidad conlleva.