Alejandro de Miguel, subcampeón del Mundo, en su estreno internacional en golf para ciegos

Alejandro tiene un glaucoma congénito de nacimiento, algo que no le miraron de pequeñito hasta que, con 10 años, en una revisión rutinaria, un médico decidió tomarle la tensión ocular y estaba disparada. “El problema es que yo tenía ya un daño en el nervio óptico muy grave pero, por mi tipo de córnea, la vista me había aguantado bien. A los 22 años se me reactivó el glaucoma y perdí la vista de forma casi completa”, explica.
Junto a sus padres, habló con su médico y éste le recomendó acudir a la ONCE. “Cuando llegué me quedé alucinado porque a mí me sonaba el tema del cupón pero, una vez dentro, he descubierto que es una Organización enorme, que ayuda a mucha gente y nos proporciona todo lo necesario para tener plena autonomía”, reconoce (0,85 MB).
Una autonomía que le ha permitido volver a coger los palos de golf. Con seis años Alejandro empezó ya a dar sus primeros golpes, pero era más un hobby que otra cosa, que le permitía viajar y pasarlo bien con sus amigos. Cumplida la mayoría de edad, lo dejó de lado hasta que pasó lo de la vista. Y un día, “mientras estaba en la ducha”, nos confiesa, escuchó por la radio a Pablo Cabanillas, responsable del golf adaptado en Madrid. “Cuando le escuché me planteé volver a jugar aunque tenía muchas dudas porque, me decía, ‘no veo la bandera, ni el hoyo...’. Era bastante escéptico a la hora de pensar si podía o no jugar”.
Pero la pelota siguió rodando hacia el hoyo, hasta juntarle con su guía, Rafael, que es el encargado de describirle el golpe, colocarle en posición, decirle la distancia que hay para medir la fuerza e indicarle hacia donde tiene que tirar, según nos explica el propio Alejandro (0,26 MB).
De esta forma, para el joven madrileño el golf ha pasado de ser un deporte individual a convertirse en un deporte de equipo, donde la reglamentación es la misma. Y así es como llegó la oportunidad de participar en el Campeonato del mundo de Italia. “Descubrí que hay un circuito internacional de golf específico para personas ciegas, con cerca de 10.000 licencias y con presencia en todos los grandes países del mundo”.
Como él dice, fue hasta Italia “a ciegas” y, cuando terminó la primera jornada, le dijeron que iba líder del torneo. Al día siguiente, salió en el partido de los líderes, todos mucho mayores que él y con más experiencia. “Alucinaron cuando les comenté que era mi primer Campeonato de estas características. Iba sin saber qué me iba a encontrar y volví con el subcampeonato”, subraya.
Este logro le ha abierto las puertas de muchas iniciativas y retos de futuro, como dar a conocer en España el golf para personas ciegas o, algún día, llegar a organizar un circuito nacional propio con aficionados de nuestro país y otros posibles invitados extranjeros. Como reconoce que para eso faltan muchos años, Alejandro se plantea ir a competir de momento a Estados Unidos o Reino Unido (0,34 MB) y, quien sabe, si acudir a unos posibles Juegos Paralímpicos, si el golf es admitido.
Y es que este deporte es una parte muy importante de su vida, pero tras quedarse ciego Alejandro no dejó tampoco sus estudios universitarios de Administración y Dirección de Empresas. Además se ha apuntado a jugar al fútbol “para practicar otro deporte y conocer gente”. Y, curiosamente, para él, golpear una pequeña bola y embocarla en el hoyo no le parece tan difícil como orientarse para saber dónde está el balón de fútbol.
Según reconoce, sigue haciendo prácticamente la misma vida que antes de perder la vista. “Incluso cosas diferentes que nunca me habría imaginado como disputar el Mundial de golf, entrenar y jugar en un equipo de fútbol con otras personas ciegas, conocer a otras personas, etc. Llevo dos años en la ONCE y me queda mucho camino por aprender pero coincidir con gente que se encuentra en las mismas circunstancias que yo me parece algo fundamental”, concluye.
Jaime Mulas