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Cimientos inclusivos para un mañana mejor

Llevar 35 años movilizando cada curso a cientos de miles de alumnos en torno a un objetivo inclusivo concede una clara perspectiva sobre la evolución de las consecutivas generaciones de niños y jóvenes en nuestro país. La en general positiva lectura de ese proceso es probablemente el segundo activo que atesora, en su trayectoria, el Concurso Escolar del Grupo Social ONCE. El primero, a través de los temas en torno a los que -con un enfoque ameno- convoca estos certámenes, es su contribución directa a construir una juventud en la que aparezcan, se valoren y razonen, se incorporen en fin a su vida cotidiana, los principios de solidaridad, de igualdad de oportunidades y de justicia. En este ya largo camino se dan circunstancias muy curiosas; como profesores que coordinan con especial entusiasmo a su grupo de participantes pues ellos mismos de niños, hace 20 o 30 años, vivieron esa primera experiencia de acercamiento a esos grandes valores universales de la mano de la ONCE.

Este año, por cierto, desde un enfoque que ha merecido el especial reconocimiento de expertos y docentes: provocar a los chavales para reflexionar sobre las posibilidades de inclusión (o, en su defecto, de discriminación del ‘diferente’) en el ámbito en apariencia inocuo e inocente del recreo escolar.

Se trata de una dimensión que merece sin embargo una atenta observación y un especial cuidado. Ese rato en el que chicos y chicas dejan sus aulas para charlar, jugar, saltar o reír con un mayor margen de interacción muta y de autonomía respecto a sus ‘referentes de autoridad’ constituye el caldo de cultivo ideal para evidenciar las relaciones horizontales o bien de subordinación o incluso de marginación que luego marcarán muchas actitudes de su vida adulta. El Grupo Social ONCE lo acaba de sacar a la palestra con la presentación ante la ministra Celaá de un informe que evidencia las habituales situaciones de acoso que sufren escolares españoles con discapacidad y que se materializan en burlas, aislamiento y rechazo. La ONCE lleva lustros combatiendo esa deriva. 

Y en ello, en darle vueltas a estas cuestiones aportando su análisis y proponiendo sus propias ideas, frescas como su juventud y tan atrevidas como su inocencia, han estado este año casi 150.000 chavales de todo el país. Cerca de un centenar de ellos y ellas, cuyos trabajos han sido estimados como más acertados y originales por los jurados provinciales, autonómicos y estatal, han compartido en Madrid el campamento ‘Por mí y por todos mis compañeros’. La cita pretendía servir de premio y homenaje a su dedicación y talento. Pero, sobre todo, constituir un pequeño foro de convivencia, la proyección de futuro de un grupo de niños y jóvenes que han mostrado su capacidad de empatía ante la diferencia y su compromiso personal por superar la discriminación. Rentabilizar ese poso en la formación de los hombres y mujeres del mañana constituye el balance más importante de nuestro veterano Concurso.