Una veintena de alumnos de la ‘Escuela de Arte Iona’ pintan a ciegas en el Museo Tiflológico de la ONCE
Toda una experiencia artística para estos pequeños de entre 5 y 12 años
El habitual silencio del Museo Tiflológico de la ONCE, situado en la calle La Coruña, 18, de Madrid, se vio roto, el pasado 22 de julio, con la llegada de un grupo de más de 20 alumnos y alumnas de la ‘Escuela de Arte Iona’, de entre 5 y 12 años de edad, que querían tocar las maquetas de los famosos monumentos y edificios que se muestran en sus salas. Y, así, el Coliseo Romano se llenó de pequeños dedos que recorrían y tocaban cada detalle del monumento en el que, como afirmó uno de los estudiantes, que al parecer lo conocía bien, se daban "batallas de gladiadores” (0,28 MB).
La Puerta de Brandeburgo, la Torre Eiffel, la Pirámide de Chichén-Itzá fueron otros monumentos que sorprendieron a los pequeños futuros artistas para, posteriormente, pasar a ver algunas de las obras realizadas por pintores, escultores o fotógrafos ciegos o con discapacidad visual.
El grupo se sentó frente a un cuadro de la pintora afiliada Kelly Arrontes para someterse a las preguntas de Mireia, guía del Museo Tiflológico, que les interrogaba sobre las características del elefante que llenaba el lienzo. La cabeza, los colmillos, los ojos, parte de la trompa; y los colores utilizados por la artista. (0,97 MB)
Y de la teoría, a la práctica. Los pequeños pasaron al Espacio Activo del Tiflológico para, a partir de una imagen que se les proyectó y sentados por parejas, unos hicieron de artistas y los otros de ayudantes, dando indicaciones para plasmar en el papel la flor que mostraba la pantalla, intercambiando luego los papeles.
La ‘Escuela de Arte Iona’ eligió el Museo Tiflológico para “conocer artistas con diversidad funcional, algo que los niños valoran mucho; les interesa la dificultad que supone crear una obra artística sin poder ver o sin tener todos los sentidos al 100 por 100”. Así lo explicaba Beatriz Tapia, profesora titular de la escuela (1,24 MB).
Beatriz veía a sus alumnos y alumnas “muy bien con la actividad. Los niños siempre quieren tocarlo todo, entonces este es el museo perfecto”. Tanto ella como Antonio y Lucía, coordinadores del campamento de verano, explicaron a los pequeños, de entre 5 y 12 años, que podrían tocar las obras expuestas.
Los pequeños artistas trataron, con mejor o peor suerte, copiar la flor modelo, en un momento de creación artística rodeado de consejos y órdenes, algo caóticos, para utilizar los colores adecuados y llegar a la forma deseada. Toda una experiencia artística que, seguro, se atreverán a repetir.
Antonio Saugar