40 + 1 MEDALLAS EN PARÍS
Disputar el triatlón en el Sena, y que gane el oro la española Susana Rodríguez; la llegada del maratón en la explanada de Los Inválidos, con el asturiano Alberto Suarez colgándose la plata; la esgrima en el Gran Palais de París, con una medalla para Judith Rodríguez 24 años después; tenis en silla de ruedas en la histórica arena de Roland Garros, con la primera medalla española de la categoría para Martín de la Puente y Daniel Caverzaschi; la piscina en la que nuestra Teresa Perales logra su medalla número 28 e iguala al “tiburón” Michael Phelps; la inauguración de los Juegos en la Plaza de la Concordia (un nombre muy adecuado); y todo ello presidido por la luz que irradia la Torre Eiffel. ¿A alguien se le ocurre un mejor escenario para mostrar el espectáculo de los Juegos Paralímpicos? Así resumía el presidente del Comité Paralímpico Español (y del Grupo Social ONCE), Miguel Carballeda, las sensaciones que quedan después de la celebración de unos Juegos Paralímpicos donde se ha logrado importantes objetivos.
El primero, que la ciudadanía entienda bien el deporte paralímpico, trasladando al mundo una imagen de inclusión, profesionalidad, igualdad y superación sin parangón, que evitan tener que explicar muchas cuestiones sobre las capacidades, no ya de estos extraordinarios deportistas, de las personas con discapacidad en general; el segundo, conseguir 40 medallas y alcanzar el objetivo marcado tras las 36 de Tokio; y el tercero, surgido el último día y en la última de las pruebas, afianzar esa imagen de concordia y compañerismo tal y como realizó nuestra atleta Elena Congost ayudando a su guía (el mundo al revés) que le costó la descalificación y la pérdida del bronce, pero que para nosotros supone la medalla 40 + 1.
Porque, sin haberlo deseado nunca, el ejemplo mostrado por la atleta ciega catalana, ayudando a su guía que atravesaba una situación difícil y, en ningún caso, beneficiándose de ello, ha dado la vuelta al mundo y demostrado que el espíritu deportivo, el espíritu olímpico, el espíritu paralímpico supera fronteras, barreras y hasta normativas. Y es muy gráfico para entender que más allá de los éxitos, de las medallas, de los resultados, lo más importante son, siempre, las personas, en cualquier aspecto de la vida.
Y con este ejemplo cierra así una nueva edición de los Juegos Paralímpicos que serán muy recordados por su entorno, la extraordinaria ciudad de París, por los resultados, y por la vuelta del público, de un comportamiento extraordinario, a los estadios (tras la tristeza de Tokio, provocada por la pandemia). Pero el espíritu paralímpico continúa y se mantiene: el que hace compartir un vestuario a un exrecluso y un exguardia civil en perfecta sintonía; el que convierte a una ministra en relatora de un partido de tenis para una persona ciega (la ministra Alegría haciendo de speaker improvisado con conocimientos tenísticos para el presidente Carballeda); el espíritu que convierte a una atleta paralímpica en ejemplo mundial de solidaridad con su guía. Qué importará una medalla física, si siempre la llevaremos en el corazón. Elena, tú eres nuestro 40 + 1.