Ataúlfo Casado: "Mirar sin ver es dejar fluir tu mundo interior"
Genuino, afable, detallista. El pintor madrileño, natural de Navalagamella, que remontó la ceguera y creció como artista, Ataúlfo Casado, conocido como ‘Ata’, expone una docena de sus cuadros en el Museo Tiflológico de la ONCE, en Madrid, bajo el lema ‘Todo un mundo interior de color’. Puede visitarse hasta el 12 de septiembre.
- Cierra los ojos, Ataúlfo, ¿ves algo?
- No, no veo nada...
- ¡Ábrelos!, ¿ves algo, ahora...?
Y yo le contesté: sí. Entonces, mi maestro me dijo: “pues esto es ‘ver’, todo lo que entra en el campo visual, por las retinas; pero, si te das cuenta y te paras a pensar un momento (“estoy pensando”, se autocontesta Ataúlfo, que revive aquella escena de su infancia), hay algo que, seguro, destaca sobre todo lo que estás viendo...”. A lo que yo le contesté: sí, hay algo que me llama la atención por su color... (Y, efectivamente, era una planta que había florecido y tenía un color precioso, aclara el artista)...“Eso es ‘mirar’. Si tú diriges ahora la vista hacia esa planta, realizas un acto de libre elección, con total libertad, para mirar lo que te ha atraído: esa flor, su color... (Luego nos acercamos a la planta y siguió hablando...) Ahora, lo que tienes que hacer es aprender a ‘observar’. ¡Mira qué matices..!...” (Y me fue explicando tantas cosas que yo aún desconocía...).
Así, con este estilo tan minuciosamente descriptivo se comunica Ataúlfo Casado, un artista afiliado a la ONCE, que firma su obra con el cariñoso y familiar alías de ‘Ata’.
Apenas contaba cinco años cuando descubrió “todo un mundo de color, belleza y naturaleza”, gracias a su maestro de escuela, don Teófilo. Sin embargo, el germen, la semilla de su arte, ya se había sembrado en el hogar, “con unos cuadernos y lapiceros de colores, que me habían traído los Reyes Magos, con 3 ó 4 años”, recuerda. Y se le ilumina el rostro mientras relata la felicidad con que mostraba a sus padres aquellos primeros dibujos infantiles. “Me animaban mucho -¡qué bien!, ¡muy bonito!, no te has salido de la raya negra..., me decían-. Y yo seguía pintando ‘los colores’ porque les despertaba tanta alegría... De alguna manera, siempre he buscado hacer feliz a los demás con mi pintura", afirma. (formato MP3)
En su casa, rodeado de sus obras, descubrimos el alma inquieta de un pintor que ha sabido “transformar la montaña de la ceguera -que le sobrevino por enfermedad degenerativa, la retinosis pigmentaria- en un grano de arena”. La conversión mental y la aceptación, a buen seguro, no resultó fácil. Y es que le pilló por sorpresa: “tenía 40 años y un mes -puntualiza-, miré el reloj para saber qué hora era... Marcaba las doce y dos minutos y, al levantar la mirada, en ese instante, todo lo vi gris y borroso. Aquel día ya no volví al estudio de pintura... Fue cuestión de poco tiempo llegar a no ver nada, a la ceguera total”, comenta mientras respira profundo. (formato MP3)
Ataúlfo Casado, que pinta las canas de sus 67 años, y es el copista acreditado más joven (con 14 años) que ha tenido el Museo del Prado de Madrid, aprendió de los grandes la aplicación de los tonos de color, la degradación de los grises oscuros y claros dibujados al carboncillo, o la técnica de los esfumados y los trucos de luces y sombras cuando el foco alumbra una escultura... O a tomar apuntes del cuerpo desnudo en la Facultad de Bellas Artes donde accedió por estricto examen siendo uno de los 19 elegidos entre más de 200 estudiantes. Echa la vista atrás y reconoce que, “cuando se me rompieron los ojos, se rompió no sólo la visión, también la vida profesional... ¡y tantas otras cosas!”, exclama (formato MP3). En el recuerdo queda aquel ‘Moisés salvado de las aguas’, su primera copia en el Prado del paisajista francés Claudio de Lorena, que le marcaría para siempre en su original y versátil composición paisajística: “me enseñaron a mirar y a observar cuando veía”, afirma.
Con la pérdida de la vista no le quedó otra que recomponer su nueva realidad. A semejanza de ‘El Pensador’ (la popular escultura en bronce de Auguste Rodin), Ataúlfo se ensimismó en sus reflexiones y pensamientos hasta reencontrarse con su arte (formato MP3). Quien siempre estuvo entre pinceles y tonos de colores, raptando la realidad observada, dejó fluir todo lo interiorizado y brotaron nuevas ideas. Un resurgir del artista que ha crecido -con más fuerza, si cabe- desde que retomó su obra pictórica en 2007. Porque ‘Ata’ siempre ha sabido mirar, y desde que es ciego lo hace de otra manera.
Genoveva Benito