EDITORIAL
Un mundo sin barreras, más allá de las buenas palabras
El presidente del Parlamento Europeo, el italiano Antonio Tajani, acaba de explicar que la accesibilidad universal “no es una cuestión de solidaridad, sino de libertad”, y a reconocer en consecuencia que la Cámara que preside “debe ser un ejemplo de accesibilidad e inclusión”. Coincide y refuerza así el argumento del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), cuyo manifiesto con motivo del Día Internacional que conmemora los derechos de este colectivo cada 3 de diciembre considera la accesibilidad como un “bien social básico que ha de ser promovido, amparado y protegido por los poderes públicos, y respetado y desplegado por todos los operadores, agentes y particulares de la vida en comunidad”... Bellas palabras que se unen a las múltiples declaraciones de intenciones que por doquier despliegan su voluntarismo, pero que -bien lo sabemos- derivan escasos resultados si no van de la mano de una reglamentación que exija el cumplimiento de la correspondiente normativa y que sancione su vulneración.