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Rubén González: "Toda mi vida he querido ser escultor"

Rubén González reconoce con el tacto su obra Naturaleza muertaCatorce obras componen 'El hombre y su ser', la muestra para ver y tocar en el Museo Tiflológico de la ONCE en Madrid, hasta el 14 de septiembre

Inquieto se declara, el arte lo define. La madera le atrapa y se dedica en cuerpo y alma a esculpir tan cálido elemento. Lo hace de toda la vida, desde la infancia: siempre pegado a su maestro, padre y ejemplo. Y luego junto a su hermana, doctora en Bellas Artes, absorbe quizá la parte más técnica del proceso creativo. Ahora, este verano, el autor abulense Rubén González Sánchez, de 44 años y con discapacidad visual grave, es el protagonista de la sala de exposiciones temporales del Museo TiflológicoAbre ventana nueva de la ONCE en Madrid.

Sus esculturas hablan por él y le identifican: “me gusta hacer cosas por y para los demás y las esculturas en sí son una forma, un reflejo de mi pensamiento hacia ellos... También una protesta pacífica por intentar cambiar el mundo”, confiesa este escultor autodidacta, al que nunca le gustó estudiar con reglas y sí caminar por libre... Tal vez como esas ventanas redondas o agujeros al vacío por los que se escapan los dedos al reconocer al tacto casi todas las piezas de su muestra ‘El hombre y su ser’.

Emoción y sentimientos fluyen. Sobre todo al compartir espacio, en la sala contigua, con la maqueta de la ciudad de Ávila realizada por su padre, Rafael González. “Para mí significa mucho exponer en el Museo de la ONCE. Es una grandísima satisfacción, especialmente porque hay aquí una pieza de mi padre, que ha sido también mi maestro”, nos dice a punto de emocionarse formato MP3 audio(0,43 MB). De él aprendió los secretos de las variopintas maderas (del nogal al enebro, el aliso, el cerezo...) viéndole trabajar en su taller, el mismo lugar donde, jugando con una gubia, Rubén perdió un ojo con apenas cinco años. Lo recuerda sin pena, sin traumas, aunque asegura que “es cierto que a mi padre le costó luego mucho enseñarme lo que él sabía en el mismo taller en el que tuve el accidente del ojo...”. La ceguera, con prótesis ocular en el ojo izquierdo, se sumó con alguna que otra complicación oftalmológica que acarreaba de nacimiento..., también en el derecho.

Rubén González posa junto a la maqueta de la ciudad de Ávila realizada por su padre Rebeldía e independencia

Aunque la afiliación a la ONCE llegaría más tarde, como la rebeldía juvenil. “Era mal estudiante y a los 16 le dije a mi padre que me ponía a trabajar”, afirma. La deseada independencia económica le animó a buen seguro a apuntarse como agente vendedor de los productos de juego de la ONCE. Y ésta ha sido la actividad laboral que ha ejercido durante 17 años. “Vender el cupón me parece una actividad muy interesante que te permite además conocer mejor la ONCE por dentro”, nos comenta formato MP3 audio(0,81 MB).

En la actualidad, tras una anticipada jubilación parcial, vuelca su tiempo y creatividad en su propio taller. “Toda mi vida he querido ser escultor”, afirma formato MP3 audio(0,31 MB). Y parece que lo ha conseguido, ¿o no? Sus obras son espectaculares, sugerentes, inquietantes. Valgan como ejemplo ‘Naturaleza muerta’, en raíz de nogal negro, madera rescatada del olvido en un rincón del taller paterno, trabajada en forma abstracta que nos lleva a imaginar igual un pato deforme que un elefante esquelético... Naturaleza en estado puro, que se muere sin remedio. O el homenaje personal a su admirado escultor británico Henry Moore con la interpretación reconocible en ‘El paso del tiempo’: una mujer mayor, tumbada, pensativa, de la que nace un círculo... Porque todas las historias se repiten. Y Rubén formato MP3 audio(0,84 MB), siempre agradecido porque -ya lo dice el dicho- ‘es de bien nacido...’, reconoce la ayuda que le ha prestado la ONCE. Tanto que se atreve para la despedida: “la mejor discapacidad que puedes tener en España es estar ciego”.

Genoveva Benito