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Bartolomé Frontera: "Estudiando, el tiempo se me hace más corto"

A sus 93 primaveras cursa Estudios Clásicos en la Universidad de Zaragoza

El veterano universitario Bartolomé FronteraLas dos tradicionales ramas del saber, ‘Ciencias y Letras’, no tienen secretos para este veterano estudiante que rebasa la frontera de los 90. En su  juventud se licenció en Ingeniería de Montes y en Matemáticas, alcanzando el doctorado en esta última que además ejerció como profesor adjunto universitario hasta su jubilación... A Bartolomé Frontera le precede, pues, un brillante currículum académico-laboral que ha ido engrosando entre España y Estados Unidos, donde cursó un postgrado en Genética Forestal, y con la autoría de libros, traducción al castellano de Tratados Matemáticos (del inglés, francés y alemán) o su papel como investigador agrario para mejorar la selección arbórea. Políglota consumado -también habla italiano y catalán y domina el latín, afanándose en la actualidad con el griego- nos confiesa que recordar lo mucho aprendido y sumar, “como nuevo saber”, los Estudios Clásicos en la Universidad de Zaragoza constituye su vigente reto: “así el tiempo se me hace más corto, se pasan rápidamente mañanas y tardes”.(formato MP3)

 

Bartolomé Frontera cursa Estudios Clásicos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de ZaragozaVio la luz en Belfort, al noreste de Francia (en la región del Franco Condado): “nací un 18 de septiembre, y mi padre falleció el 7 de octubre inmediato. Mi madre siguió trabajando en el negocio familiar hasta que vendió su parte y se fue a vivir con mi abuelo en Sóller (Mallorca), donde comencé la escuela de párvulos en las ‘Hermanas de la Caridad’ y luego con las de ‘La Salle’. Estuve interno en Palma hasta 1936, cuando se abrió un centro de 2º Enseñanza en Sóller, pero entonces vino la guerra...” (formato MP3), nos cuenta. Una innegablemente intensa infancia en cuyo eje figura el papel materno, primordial, y luego el de su esposa, María Sancho, con quien tuvo y crió ocho hijos.

Por la guerra pasó de puntillas: como consecuencia del desembarco del capitán Alberto Bayo junto a Porto Cristo (en Mallorca), “a los que estábamos de Milicias nos acuartelaron en un teatro; pasé una noche allí y debí coger una infección, pues me subió la temperatura y por ello no fui al frente”, explica. (formato MP3) Así que al menos en su tierra de acogida no pasó del todo mal la contienda bélica: “se comía bien aunque había que hacer guardias de noche y de día... Se llegó a decir, aunque fuera en tono de broma -se apresura a aclarar-, quesi esto es guerra, que no llegue la paz’. ¡Un disparate mayúsculo!, claro”, rememora.

El destino le volvió  a sonreír cuando conoció al amor de su vida: María Sancho. Corría el verano de 1944, había renunciado, por su madre, a una beca de idiomas en Múnich (Alemania) debido al desarrollo de la II Guerra Mundial. En contrapartida él la convenció para pasar una temporada en la Residencia Universitaria de Jaca, donde el centro alemán -en el que estudiaba ya en Madrid- organizaba sus cursos de idiomas. Y allí se fue a fijar en la hija del rector de la Universidad de Zaragoza... Como un chiquillo, en tono de confidencia, recuerda que sólo la miraba: “no me atrevía a decirle nada. Al final lo hice por escrito, le mandé una carta y..., en fin, la contestación fue favorable”. Así se declaró el legendario caballero (formato MP3), y en su voz se dibuja una sonrisa a la que sigue la verbalización de un profundo deseo: “que mis hijos tengan tanta suerte en la vida como he tenido yo”.  Y, cómo no, tras muchos años de pintar canas, disfruta de sus 14 nietos y tres bisnietos. Lloró la muerte de María -“la recuerdo mucho, mucho...”, añade-, la de su hijo mayor, en accidente de tráfico, y la de una hija con discapacidad. Son ‘claros y oscuros’ en una vida repleta e intensa en sentimientos y en haceres.

Desde hace unos pocos años ha descubierto los servicios sociales que presta la ONCE, a la que acabó afiliándose por su degeneración macular unida a una progresiva carencia auditiva. Nuestra Organización le abrió una renovada perspectiva, que no desaprovechó: “gracias a la ONCE consigo libros sonoros, he viajado a Canarias... y no descarto aprender braille y ponerme al día en Internet con la adaptaciones para ciegos”. Bartolomé: estudiante sin límites.

Genoveva Benito

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